Lunes, 02 de Diciembre 2024

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Sheinbaum: heredar un polvorín

Por: Diego Petersen

Sheinbaum: heredar un polvorín

Sheinbaum: heredar un polvorín

Los morenistas quieren regalarle al presidente López Obrador la mayor cantidad de reformas posibles en el mes de septiembre. A Claudia Sheinbaum, en cambio, le entregarán un país convulso.

Quien debería estar pensando en la estabilidad y la tranquilidad del país, la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, está feliz convertida en una agitadora de mitin en lugar de estar pensando la gobernabilidad. Nadie está viendo el futuro: diputados, senadores, secretarios, gobernadores morenistas siguen en la borrachera del triunfo viendo quién saca más agua del pozo del presente.

La gobernabilidad y la estabilidad económica están prendidas con alfileres, para usar la metáfora de 1994: el tipo de cambio está presionado; hay amenazas reales al Tratado de Libre Comercio y una relación innecesariamente tensa con los socios, Estados Unidos y Canadá; los estudiantes y los trabajadores del Poder Judicial están en las calles; el crimen organizado, concretamente el cartel de Sinaloa, está en un proceso de recomposición que puede generar un incremento en la violencia; delitos como asesinato, desaparición y extorsión están al alza, particularmente en estados como Chiapas y Guerrero. Tenemos, pues, un escenario que se puede descomponer fácilmente y eso no parece estar en la mente ni de un presidente decidido a hacer su transformación, cueste lo que cueste, ni de un equipo de gobierno preocupado en acomodarse para el próximo sexenio, ni de un partido mayoritario concentrado en cobrar viejas facturas más que en gestionar el poder que hoy tienen.

El sentimiento de continuidad es tan grande que estamos frente a la entrega recepción más desaseada de la historia. Aunque es imposible saberlo con exactitud, estimaciones de personas cercanas a la transición calculan que cerca de la mitad de las dependencias no han entregado información o no suficiente para un cambio de administración. No hay conciencia de que el segundo piso de la transformación, para usar su propia metáfora, lo hará una constructora distinta o se trata solo un cambio de gerente o intendente de obra.

Una parte de la actitud displicente la explica el triunfo arrollador: los morenistas sienten que no tienen que rendirle cuentas a nadie, y menos a los de su propio partido. La otra parte, sin duda la mayor, tiene su explicación en que el presidente está más preocupado por seguir ejerciendo el poder hasta el último segundo que por entregarlo correctamente. López Obrador no deja de ver a Claudia Sheinbaum como una extensión de sí mismo. La piensa como la más destacada de sus seguidoras, no como la presidenta electa a quien debe una entrega puntual y controlada del poder.

El próximo primero de octubre Claudia Sheinbaum se va a sentar en una silla presidencial que será un verdadero polvorín.

diego.petersen@informador.com.mx

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