¿Por qué no estamos hablando del agua?, ¿por qué nuestros políticos, ahora que andan en campaña, no están preocupados y ocupados en el tema del agua? Sólo se me ocurren dos respuestas. La primera es porque no tienen ni idea de lo que está sucediendo, porque en sus cabezas sólo hay espacio para la grilla y la zancadilla política. La segunda respuesta posible no es menos preocupante: sí saben lo que está pasando y, al igual que en el tema de seguridad, prefieren darle la vuelta al asunto, hacerse patos y endosar el problema a otros.La crisis es nacional y hay ciudades donde el problema es muy grave. En Ciudad de México este estiaje será el peor en décadas; al Presidente no se le ocurre otra solución que llevar agua desde el Valle del Mezquital, en Hidalgo, en detrimento de los agricultores de la región. En Monterrey, después de un estiaje terrible el año pasado y de que las nubes no le hicieron caso al fosfo-gobernador de que lloviera donde él quería, fueron a traer agua de la presa El Cuchillo en detrimento de los agricultores de Tamaulipas. En León la escasez de agua pone en riesgo las inversiones del corredor automotriz y más temprano que tarde acudirán al sobre explotado río Lerma. En Guadalajara, el metro cúbico por segundo que llegará de la presa de El Salto aliviará la sed de algunas colonias, pero está muy lejos de ser la solución para todas aquellas urbanizaciones que reciben agua escasa y de mala calidad de pozos cada día más secos o de aquellos que no tienen servicio.Los políticos no quieren hablar del problema del agua porque las soluciones no son populares. Cuando hablamos de un “nuevo paradigma del agua” no significa inventar el hilo negro, sino cambiar la lógica de traer más de donde esté y al precio que sea, para comenzar a distribuir, cobrar y administrar el agua que ya tenemos como lo que es: un recurso escaso y un derecho humano. La tarea es enorme: tecnificar el campo, reparar ductos, crear redes de reúso, mejorar la medición, cobrar tarifas que lleven al uso responsable para reducir el consumo por habitante, tener un sistema de subsidios que aseguren el derecho humano al agua a todas las personas, pero, sobre todo, cambiar el chip chauvinista para pensar, gestionar y manejar el agua por cuencas y no por estados, y menos aún por caprichos políticos. Ningún alcalde, gobernador o presidente lo puede hacer por sí solo y en un periodo. Lo que sí pueden hacer nuestros políticos en edad de merecer es tomar las decisiones correctas, aunque no vean los resultados en su sexenio, y, sobre todo, dejar hacer, poner las decisiones en manos de los que sí saben y transparentar los datos básicos: disponibilidad de agua, calidad de agua que se recibe y la que se surte, costos, subsidios, permisos, dotaciones y deudores, etcétera.Hablemos del agua, aunque los políticos no quieran hacerlo.diego.petersen@informador.com.mx