Lunes, 14 de Octubre 2024

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La sordera de Palacio

Por: Diego Petersen

La sordera de Palacio

La sordera de Palacio

Hay que repetirlo una y otra vez: el poder envilece Lo que hizo ayer el Presidente López Obrador de responder con un chiste cuando se le pedía un comentario sobre lo sucedido con los jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno es quizá lo más ruin que ha hecho a lo largo de estos caso cinco años de Gobierno, y vaya que han existido situaciones donde la falta de empatía ha sido la nota: cuando se negó a recibir a los Lebaron y a Sicilia porque tenía que “cuidar la investidura presidencial”; cuando no quiso recibir a las madres buscadoras; cuando se negó a ir con las víctimas del derrumbe de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, porque luego “toman fotos y usan mi imagen”.

Lo que pasó en a Mañanera de ayer pinta de cuerpo entero un Presidente en el culmen del poder y la soberbia. Sólo escucho lo que me conviene, y me rio de lo que no quiero escuchar, fue el mensaje. Doblemente significativo fue que minutos antes hubiese escuchado emocionado las palabras de uno de sus corifeos, Lord Molécula, vestido para la ocasión, alabando al Presidente y llorando desde ya su partida. Al fondo, el artífice del periodismo de trapeador, Jesús Ramírez Cuevas, sonriente, contempla su obra. 

Para las víctimas no hay tiempo ni palabras. El sordo de Palacio sólo tiene oídos para las alabanzas, no para la tragedia. Narciso quiere hablar de su imagen agrandada en el espejo del adulador, no del dolor de lo que pasa allá en los territorios alejados del reino. Los muros de Palacio lo aíslan y lo protegen del sufrimiento ajeno. Como una María Antonieta del siglo XXI, Andrés Manuel cuenta chistes para paliar el dolor. ¿Qué son cinco víctimas frente a la Transformación, real o imaginada de su Gobierno? ¿Por qué hablar de la escalada de violencia cuando podemos festejar el triunfo estadístico frente a la pobreza y la delincuencia?

La vileza de la respuesta de López Obrador es sólo comparable con aquella de “ni los veo ni los oigo” con la que Carlos Salinas, su némesis, desconoció las críticas de los opositores. Con una diferencia: López Obrador lo único que tenía que hacer es solidarizarse con las víctimas y prefirió no escuchar la pregunta.

El gran riesgo cuando ocurren estas escaladas en la violencia, cada que damos un paso más al abismo, como es lo sucedido en Lagos de Moreno, es normalizarlas, incluirlas en el catálogo de horrores tolerados. Que las autoridades, comenzando por el Presidente de la República, no reaccionen y traten de ignorarlo, es un pésimo mensaje para los ciudadanos y música para los oídos criminales; una música sorda que sale de Palacio.

diego.petersen@informador.com.mx
 

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