La violencia no baja. El número de homicidios dolosos retomó su tendencia al alza el mes pasado y es posible que este sea aún peor. Lo que se reduce en un estado o zona conflictiva, sube en otro. Las desapariciones aumentan y los eufemismos, explicaciones y excusas de los gobiernos federal y estatales se repiten, pasamos del “yo sí puedo, yo sé cómo hacerlo” al “me dejaron un cochinero, la culpa es de los anteriores, está peor de los que pensábamos, en un abrir y cerrar de ojos”. Los políticos son más previsibles que la salida del sol.Las comparaciones suelen ser odiosas por tramposas. Cada quién lee las estadísticas como quiere. Los opositores dicen que los primeros meses del sexenio de López Obrador son los más violentos de la historia, y es cierto. Es una manera parcial y tramposa de verlo, pues los meses más violentos en el sexenio de Peña Nieto fueron los últimos; él recibió una tendencia a la baja y la entregó al alza. En el sexenio de Calderón la violencia sube de inmediato con la estrategia de confrontación. Y aunque es cierto que termina con una tendencia a la baja, nunca regresa a los niveles en que estaba el país antes de “la guerra”. Los defensores de López Obrador dicen que la estrategia de los abrazos estabilizó la violencia, lo cual sirve de muy poco, pero además comienza a dar signos de que podría incrementarse nuevamente.Los tres últimos gobiernos han repetido como un mantra que el problema es focalizado, que no es todo el país sino en unos cuantos municipios en algunos estados. El problema está en que, a estas alturas del partido, en los últimos 15 años, prácticamente a todos los estados les ha tocado un momento de crisis que se resuelve cuando uno de los bandos gana. Nada asegura que la violencia no volverá. Salvo los estados de Baja California Sur, Hidalgo, Querétaro, Tabasco, Campeche, Oaxaca, Yucatán y Ciudad de México, que tienen violencia, sin duda, pero no han sido objeto de grandes enfrentamientos entre grupos, el resto de los estados del país han sufrido, en algún momento de los últimos tres sexenio, una crisis grave de violencia e inseguridad que deja secuelas de debilitamiento institucional y de pérdida de territorios.Resulta, pues, tan absurdo comparar los primeros meses de gobierno de cada periodo, porque las circunstancias de inicio son totalmente distintas, como pensar que es un logro de gobierno la contención en los niveles actuales. Al gobierno lopezobradorista hay que exigirle, igual que los anteriores, resultados y metas sobre las cuales compararlos, porque si lo comparamos con sus dichos y promesas (reducir a la mitad en seis meses, bueno no, en un año, que fue lo que dijo cuando se creó la Guardia Nacional) el fracaso es absoluto. Si lo viéramos frente a un plan concreto y claro con metas a mediano y largo plazo, probablemente la contención a estas alturas del partido sería un resultado malo. No lo hay. Hay que insistir: reunirse en la mañana temprano y presentar gráficas a modo e inconexas en las mañaneras y predicar el amor al prójimo no es una estrategia. Diego Petersen Farahdiego.petersen@informador.com.mx