Martes, 08 de Octubre 2024

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Agua: más inteligencia y menos ocurrencias

Por: Diego Petersen

Agua: más inteligencia y menos ocurrencias

Agua: más inteligencia y menos ocurrencias

El humorista Palomo tenía en el periódico Uno más Uno, allá en los años ochenta, una tira de humor político llamada El Cuarto Right, protagonizada por un dictador militar enano y prepotente. En una de las tiras el dictador desde su palacio pregunta a qué se debe tanto ruido. Es una protesta de la gente pobre que no tiene agua y viene a exigir una solución. Muy fácil, contesta el tirano, dígales que la solución es que mezclen dos moléculas de hidrógeno por una de oxígeno y que dejen de estar molestando.

Con las primeras tormentas y sus consecuentes inundaciones en la ciudad, surgió, como en afinada orquesta, una serie de voces que piden a gritos captar el agua de la lluvia para combatir la escasez de agua potable. Tanta agua que cae en verano y nosotros muriéndonos de sed en primavera. Cómo es posible que se “desperdicie” tanta agua, exclaman. Y bueno, quién puede estar en desacuerdo con semejante genialidad, cómo es que a nadie se le había ocurrido antes captar el agua de lluvia. El asunto es el cómo, porque, como bien dice el dicho, dios da el agua, pero no la entuba.

Captar el agua de lluvia es una idea muy antigua y la forma de hacerlo es en contenedores, llámense tinacos, aljibes, bordos, represas o presas, dependiendo del tamaño. Suele ser más económico y práctico hacerlo aguas arriba y en grandes vasos para surtir a todos en lugar de que cada quién solucione su problema. Resolver los problemas comunes en común es el gran invento de las ciudades.  El punto es que esos grandes vasos llamados presas tienen efectos ecológicos muy importantes que durante muchos años fueron ignorados y han tenido afectaciones irreversibles sobre flora y fauna. Sin embargo, en climas semidesérticos como el nuestros, en el que la lluvia cae en abundancia, pero en periodos cortos de tiempo y pocos días del año, no hay otra solución que permita retener mucha agua durante muchos meses, que hacer presas (luego hay que discutir tamaños, emplazamientos y afectaciones).

El error de fondo en esta visión es que se confunden dos problemas: el de las inundaciones de la ciudad con el de la escasez de agua potable en el sistema de distribución. El agua que cae en las calles de la zona metropolitana tarde o temprano termina en el rio Santiago. Antes mucha de esa agua llegaba la río a través de los arroyos que surcaban el valle o infiltrándose en la tierra y corriendo por cavernas subterráneas. El destino es el mismo, la diferencia es que hoy, merced a la mala planeación y falta de infraestructura, rueda por las calles generando inundaciones, riesgos para las personas y daños patrimoniales que cada año pagan, como una especie de impuesto antiecológico, los más pobres de la ciudad.

Lo único que tienen en común los problemas de escasez de agua potable y el exceso de inundaciones es la falta de infraestructura. Sí, hay que anteponer una visión ecológica y sustentable desde el modelo de desarrollo de la ciudad hasta las formas de captación, uso y reúso del agua, pero los problemas hay que resolverlos con inteligencia e ingeniería, no con ocurrencias y politiquería.

diego.petersen@informador.com.mx

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