México es culturalmente más grande que Estados Unidos, afirmó con orgullo la Presidenta Sheinbaum en la Mañanera. Qué bueno que la Presidenta de México se sienta orgullosa de la cultura mexicana, faltaba más, la pregunta es de qué hablamos cuando nos referimos a grandeza cultural y, más aún, la duda es si eso es un argumento sólido cuando lo que se discute es la inequidad de las economías.Curiosamente, quien usó por primera vez el argumento de la superioridad cultural de México frente a Estados Unidos fue Carlos Salinas de Gortari, cuando estaba por entrar en vigor el Tratado de Libre Comercio. En aquellos primeros años de la década de los noventa le preguntaron al presidente si el tratado no tendría un efecto de transculturización, a lo que el presidente Salinas respondió que en todo caso los que deberían tener miedo eran los estadounidenses, pues la cultura mexicana, dijo, es mucho más fuerte.Tanto el entonces presidente Salinas como la hoy Presidenta Sheinbaum hablan desde el más puro cliché. ¿Es una cultura más potente que otra por el simple hecho de ser más antigua? ¿Se puede decir que hay países culturalmente superiores? ¿Son, como dijo la Presidenta de México, la cultura y los valores familiares una defensa contra el uso de drogas como el fentanilo?El Tratado de Libre Comercio ha tenido, sin duda, un efecto cultural en los dos lados de la frontera. La cultura viaja junto con las mercancías. Los italianos, por poner un ejemplo, adoptaron hace 500 años la pasta china y el jitomate mexicano para hacer el platillo que hoy más los identifica en el mundo. Su historia, sin embargo, es mucho más profunda que eso. Gracias al Tratado de Libre Comercio, hoy los estadounidenses consumen más guacamole que los mexicanos, y los mexicanos tenemos hábitos de consumo, alimentario y cultural, y formas de vivir radicalmente distintos a los de hace 30 años. ¿Es mejor o peor? Es inútil valorarlo, simplemente es distinto.Medir la potencia cultural sólo en años de historia y en la preservación de tradiciones y valores familiares es un argumento profundamente conservador, y nada tiene que ver, por cierto, con el consumo de drogas. Ojalá, por ejemplo, que México tuviera los niveles de lectura de libros que tienen nuestros socios comerciales. En promedio un canadiense lee 17 libros al año; un estadounidense doce y un mexicano 1.7, diez veces menos que uno de nuestros socios comerciales. Ni la historia ni la lectura, como tampoco el consumo de drogas, hace a un país culturalmente superior a otro, simplemente habla de que somos diferentes.Más allá de que la superioridad cultural es un argumento que deriva, irremediablemente, hacia posturas racistas, entendamos que lo que Estados Unidos pide a gritos es solidaridad y corresponsabilidad con el problema del fentanilo. Mezclarlo, como lo hace Trump, con asuntos económicos es una tontería. Mezclarlo con asuntos culturales, como lo hizo la presidenta Sheinbaum, también.diego.petersen@informador.com.mx