Atmosféricas. Los calores aprietan con todo su anual rigor. El jardín soporta el estrago de la sequía. Como cada temporada, las guías del sabio jazmín se ven estratégicamente podadas por él mismo en espera del temporal de lluvias que se avecina. Zorba el joven busca sabiamente la sombra, y el gato se resguarda bajo la difícil frescura de la pérgola de asoleado esplendor. La pila del fondo se llena hasta su borde procurando aguantar la sed de quienes pasan.**Las calles con sus exteniones de implacable concreto propician ahora lo que se ha llamado islas de calor. Pero tales islas se vuelven grandes archipiélagos que van aumentando la ya de por sí recalentada superficie de la ciudad bajo el dominio de la sequía. Manos providentes, sin embargo, procuran nuevos jardines, siembran árboles que siempre se habrán de cuidar.**De la batea de las postales, tres. Una: es el genio de Eugéne Delacroix, haciendo cada vez el trazo veloz y magnífico de sus apuntes al vuelo. Una joven mujer árabe se reclina sobre algunos cojines en sus historiadas vestiduras. Un pequeño arcón, a su lado, guardará también parecidas galas. Un velo azulado da profundidad al apunte e introduce sombras sutiles. Y luego, al fondo del dibujo, una jofáina y una jarra esbelta. Luego, un tapiz desvaído cuelga del muro. Dos: Una fachada de optimista amarillo ostenta, en Palenque, sendas ventanas de un órden vagamente prehispánico; raíces muy hondas que se emparentan con las ruinas cercanas. Y en una obra en construcción un parecido orden da sentido a toda la ingenua composición. Las fotos son de Claudia Fernández y forman parte de un proyecto que busca establecer una cierta relación con las antiguas construcciones mayas en las edificaciones populares de hoy. Tres: Edouard Manet retrata, sobre la arena de una plaza de toros, la esforzada intervención de los peones de brega en sus labores de apoyo al matador. Uno, seguramente embestido por el toro, busca las tablas. El astado es un perfil apenas, inescrutable y poderoso, que enfrenta con bravura la refriega.**De Marco Aurelio en sus Meditaciones: “…su conducta era razonable y mesurada en la celebración de fiestas, en la construcción de edificios, en las distribuciones al pueblo y en otros casos análogos, como cuadra al hombre sólo gobernado por las reglas del deber y no por el aura de gloria popular; ni baños a deshora, ni afición apasionada por edificar; ni primor en la comida, ni en los tejidos y pliegues del vestido, ni en el brillante aspecto de sus pajes.”**Camino al sur, los ojos se llenan, cruzando las playas de Sayula, de una inmensidad desusada y estremecedora. Sobre las arenas en cada temporal se forman delgadas láminas de agua que emiten, como en un lenguaje ya olvidado, sus espejismos.Muchos pasan como si estos parajes no remitieran a una soledad más vasta, a unos espacios que se suceden con belleza indescriptible, entre las sierras que limitan los bordes de las playas: la del Tigre, la de Tapalpa.**De la legendaria antología Laurel, propuesta por Xavier Villaurrutia hacia 1941. Dos fragmentos de La luna y la rosa, de Miguel de Unamuno: En el silencio estrelladola Luna daba a la rosa y el aroma de la nochele henchía -sedienta boca- al paladar del espírituque asumiendo su congojase abría al cielo nocturno de Dios y su madre toda… En el silencio estrelladola Luna daba a la rosa mientras la rosa se dabaa la Luna, quieta y sola.