Es tiempo de decir adiós. Con los dulces acordes de esa sentida melodía que se escucha cuando despiden a los soldados norteamericanos caídos en combate, me despido de mis pacientes lectores que con sus felicitaciones o críticas, cuando les parece, constituyen un estímulo para mis colaboraciones semanales que desde el año de 1980, Unión Editorialista, El Informador, ininterrumpidamente han publicado más de mil colaboraciones sobre temas de economía e impuestos.Gracias a El Informador por haberme permitido expresar libremente mi opinión sin señalarme ninguna línea ni asignarme temas específicos. Gracias porque por medio de su filial Editorial Ágata se imprimieron y distribuyeron dos mil ejemplares de mis libros Economía y fisco y Fiscocuentos.El primero es una recopilación temática de colaboraciones publicadas sobre: devaluación, inflación, burocracia, sindicalismo, centralismo, impuestos, revolución, política, socialismo y contaduría pública. El segundo es una versión novelada de anécdotas reales que en el largo desempeño de mi ejercicio profesional acontecieron, como por ejemplo, el caso de un empleado público de una Oficina Federal de Hacienda que tenía a su cargo la función de expedir la constancia del Registro Federal deContribuyentes. Algo que no llevaría más de cinco minutos y que se prolongaba a veces más de media hora debido a la afición poética que practicaba mientras hacía un anagrama con las letras del nombre del contribuyente.El hecho de hacer permanecer mucho tiempo formando largas flas para obtener el necesario comprobante del RFC lo llenaba de orgullo por lo importante que se sentía al ver los ojos implorantes que observaban como operaba la computadora, le producía un relajante cosquilleo que lo hacía evocar su lejana juventud en los felices momentos de placer que compartía con su amada prometida bajo la sombra acariciante del frondoso fresno de la plaza. Una amplia sonrisa se dibujaba en su rostro cuando por fin lograba terminar el anagrama que era un verso formado con las letras del nombre, en este caso Isabel Angélica:“Inútil es vivir sin tu mirada/Sabiendo la dedicas a cualquiera/A veces permaneces ignorada/Buscando de la vida la quimera/ Eres para mí cual un hada/Linda, pero frágil y somera./Anoche te soñé junto a mi almohada/Navegando en un mar de emoción/Gocé con tu presencia añorada/Entonando una dulce canción/Leí en tu rostro la sonrisa amada/Implorando tu amor con devoción/Caí fuertemente en tentación/Amándote en esa forma impensada”.Me despido de la prensa impresa para emigrar a la versión digital que no será periódicamente, sino cuando desarrolle un tema de interés general.Gracias en particular a mis seguidores: Salvador, Javier, Hugo, José y Elizabeth, que me han alentado con sus comentarios o me han corregido cuando me equivoco.luisjcardenas2@hotmail.com