Escribo desde el privilegio de un escritorio seguro, desde la indolencia de una burbuja, desde la lejanía. Trato de sumarme a una cadena de verdaderas voces que no necesitan mi acento, quizás sólo la pluma y este medio como altavoz para visibilizar el México que está detrás de los encabezados.Ese país que no lee cifras y estadísticas, porque suma nombres y apellidos. Ese país que día a día lleva la muerte en la mano, sujetando una pala y la esperanza de encontrar el cuerpo de su hijo, de su hija.Ese país que se nos abre con sombras y luces a través del lente transparente de José María Espinosa, director del documental “Te nombré en el Silencio” que nos invita a escarbar en la realidad de Las Rastreadoras de El Fuerte y nos obliga a reflexionar que cruzando la serranía, al sembrar un árbol desentierras un muerto e irónicamente, siembras una sensación de paz.Un director que sensiblemente delega la dirección a la propia historia, a Mirna y a las Rastreadoras. Un grupo de madres que logran transformar la desesperanza de encontrarlos vivos, en la esperanza de enterrarlos dignamente. Porque como me comenta José María, nadie merece morir así.Una familia de mujeres que del dolor, el abandono de las autoridades y la desesperación, encuentran la fuerza de seguir adelante nombrando en el silencio el grito de esperanza que las une. Porque hay hermanas de sangre y hay otras que las une la sangre. No puedo dejar de ver que mientras camino cada semana a comprar café, ellas salen en busca de su “tesoro”.Durante estos años han encontrado más de 200 cuerpos y han logrado que el Estado tenga al norte de Sinaloa, un laboratorio de identificación genética. Como familia que son, ya tienen casa, donde ahora viven sus historias y donde defienden la memoria de los que les fueron arrebatados.Cuando una rastreadora logra encontrar e identificar los huesos, la ropa o el ADN de uno de los suyos, se abrazan y no se abandonan. Porque hay más hermanas que siguen su búsqueda, una búsqueda que ya es de todas.¿Hasta qué límite vamos a llevar la virtud de la resiliencia? ¿Hasta cuándo aprenderemos a matizar las vidas que señalamos desde nuestra filosofía acomodada? ¿Quién soy yo para decir que estaban en el momento y lugar equivocado o juzgar las razones por las que se enfermaron del narco?Los invito a ver Te nombré en el silencio como un homenaje a las muertes que no son tuyas. Porque tenemos que ser empáticos con la lucha del otro como un símbolo de respeto a la muerte que reviven cada aniversario. Porque tenemos que aprender de ellas a defender las muchas razones para vivir. Y porque desde el privilegio tenemos que dejar de ser indolentes.“Si el diablo me dice dónde está mi tesoro, me voy con él” Mirna Medina.@JoseiRasso