Al iniciar este 26 de enero las cifras oficiales nos informan que en México hay más de 150 mil fallecimientos por coronavirus. De hecho, 150 mil 273. Reitero, las cifras oficiales.Hay dos realidades que conviven y se ignoran mutuamente desde que la pandemia se convirtió, a fuerza de contagios y muertes, en el tema central de todos: la realidad oficial, esa que refleja las cifras heladas y los discursos en los que destacan que aún quedan lugares para atender a los enfermos, y la realidad de facto, la que vive en la preocupación por el familiar enfermo y en el andar de farmacia en farmacia; la del nerviosismo y la espera para conseguir oxígeno. La de la desesperanza cuando los escasos recursos no alcanzan para más.Es en ese contexto que se conoció del contagio del presidente Andrés Manuel López Obrador, aislado en Palacio Nacional pero, en palabras de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, todavía dirigiendo a distancia el gobierno de la 4T (ni en situación de emergencia abandonan el discurso ideológico).Hay dos cuestiones dignas de seguimiento mientras en las zonas de mayor población en el país la pandemia parece dirigirse inexorablemente al desastre de los hospitales llenos y la escasez crónica de recursos médicos para la atención de los enfermos.La primera de éstas es la discusión que en cuestión de horas se construyó en las redes sociales en torno del contagio presidencial. No hablo de las expresiones de solidaridad con el mandatario y las mordacidades que evidenciaron alegría por su enfermedad. La referencia es la incredulidad manifestada sobre el contagio; el convencimiento de que se trata de un fingimiento, una estrategia para ganar simpatías y esconderse del juicio público por la crisis de salud y otros problemas como la caída económica o los focos de violencia.¿Cómo es que se ha llegado a este nivel de sospecha? ¿Hasta qué punto seguirá cultivándose por parte de los dos bandos el discurso de choque, de ataque y descrédito?Ésta no debe ser solamente una preocupación de carácter moral o ético; encierra profundas consecuencias prácticas. Las sociedades divididas que no corrigen, producen fracturas históricas que la mayoría de las veces terminan en violencia. ¿Ejemplos? La guerra de los Balcanes; el añejo caso de Corea o para no ir más lejos, la crisis interna en la sociedad de los Estados Unidos.Es verdad, y la historia lo demuestra, que este tipo de fenómenos sociales son cíclicos. Sin embargo, la combinación con la pandemia de coronavirus, la crisis económica y la radicalización política, aumentan la posibilidad del peor escenario.La segunda cuestión que se propone en este espacio tiene que ver con las elecciones de este 2021.Los procesos no se detienen. Pandemia o no, habrá una cita con las urnas y jornada electoral. Habrá también cambio de autoridades.El discurso de partidos, candidatos y candidatas se está construyendo con conceptos alejados de la sensibilidad actual: mejorar el futuro; evitar el regreso de los corruptos de antes; culpar a quienes se enriquecieron, son algunos de los temas que manejan.¿Se habrán preguntado cuál será la reacción de los votantes cuando al paso de los meses la vacuna llegue para unos pocos y la condición económica sea más desigual?Urgen más apuestas y acciones por la solidaridad.jonasn80@gmail.com / @jonasJAL