Jueves, 27 de Junio 2024

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Debanhi, una foto y la «falla humana masiva» 

Por: Jonathan Lomelí

Debanhi, una foto y la «falla humana masiva» 

Debanhi, una foto y la «falla humana masiva» 

Guarden en la memoria esta imagen, símbolo de la realidad feminicida de este país.

La silueta de Debanhi, sola de madrugada y a la orilla de la carretera, se recorta sobre el fondo negro de una noche oscura pero llena de estrellas.

Carga un bolso pequeño al hombro, usa unos converse de bota y una falda a los tobillos que el viento agita.

Parece esperar algo en la carretera a Laredo: su muerte.

La imagen fue tomada por el taxista Juan David. Por una razón inexplicable, Debanhi bajó del auto de alquiler y el chofer mandó la fotografía a sus amigas como coartada.

Mario Escobar, padre de Debanhi, sostiene que un video demuestra que el taxista le tocó los pechos a su hija, por eso ella abandonó el auto, pero la Fiscalía del Estado de Nuevo León lo dejó libre: «Esa persona detonó todo lo que pasó después».

Y esto pasó después de ese momento: transcurrieron 13 días y cuatro visitas de binomios caninos de la Fiscalía de Nuevo León al motel Nueva Castilla. Hasta que la fetidez dentro de una cisterna en el motel puso fin a la búsqueda, pero no a las dudas: los golpes, el abuso sexual, los videos editados o borrados de esa noche, la huida de la fiesta, la liberación de Juan David. 

«Falla humana masiva». Con esa pirueta verbal se exculpó Aldo Fasci, secretario de Seguridad del Estado. Una salida fácil: atribuye tramposamente a la contingencia y al error humano, la negligencia institucional (y complicidad) que alimentó a la máquina feminicida que acaba con la vida de diez mujeres al día en México.

Un taxista, un trailero, un recepcionista en un motel, un guardia privado que controla una de las nueve cámaras de seguridad en la zona,  un agente investigador, un ministerio público. Ante todos ellos, sutilmente coludidos, Debanhi no tenía la mínima posibilidad de sobrevivir aquella solitaria noche en la carretera. 

Fasci, irritado, atajó: «no es la primera vez que pasa en las búsquedas en este mundo». ¿Todas las desaparecidas caen por «accidente» en una cisterna?  En su concepción y práctica necropolítica,  la muerte de Debanhi es un fenómeno natural. Como la lluvia o la noche.

Esos son los mismos héroes lógicos de traje y corbata, elucubradores de políticas públicas que nos aseguran: con más patrullas habrá menos delincuencia; una videocámara acabará con el crimen en las calles; más años de cárcel suprimirán las pulsiones feminicidas; una transferencia de dinero mensual salvará a nuestros hijos de la leva del crimen.

Somos falibles, clama el Estado, en un lenguaje demagógico que emplea la clase política para maquillar con palabras la inmensidad de lo fáctico: una niña sin vida.    

El pasado 8 de marzo «Debanhi marchó por todas», recordó su prima hace unos días. Justo un mes antes de su última noche estrellada. Ojalá que su última fotografía se convierta en el símbolo de un antes y un después en este México feminicida.

      

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