Domingo, 24 de Noviembre 2024

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De polarizaciones y conflictos

Por: Ismael del Toro

De polarizaciones y conflictos

De polarizaciones y conflictos

Mucho se habla en estos días de la alta polarización social que se ha provocado desde algunas sedes de Gobierno en el mundo, y conversando hacia final de año con un grupo de amigos sobre el tema, me quedé con la impresión de que hablar de polarización puede significar cosas distintas para quienes tenemos ya algunos años andados y para quienes el cambio de milenio no se encuentra entre sus recuerdos memorables. De ahí las reflexiones que propongo a continuación.

Nací en 1975, el año en que Queen estrenó Bohemian Rhapsody y terminaba la guerra a la que el Vietcong denominó la Guerra de Resistencia contra América. En los recuerdos de mi infancia, el mundo estaba en medio de un conflicto polarizante, que iba más allá de la reciente contraposición entre “chairos y fifís” que se motiva e intensifica en México desde Palacio Nacional. En ese entonces, dos modelos de ver el mundo se enfrentaban, uno que defendía la libertad individual y la economía de mercado, contra otro que perseguía la igualdad total como principio, el desarrollo de una economía centralizada y que consideraba propicio el control prácticamente absoluto por parte del Estado de la economía y la vida social y política. La pugna, además de por las marcadas diferencias de supuestos entre ellos, era motivada en buena parte por las grandes potencias que buscaban su liderazgo mundial, político, militar y económico en el sistema internacional. 

Durante mi infancia y adolescencia, este periodo que hoy conocemos como Guerra Fría colocó al mundo, en más de una ocasión entre 1948 y el final de la década de los ochenta, al filo de una nueva guerra, caracterizándose cada crisis por la tensión que provocaba el potencial desastre de un enfrentamiento nuclear entre los bandos. Esa es la idea de polarización que reside en mí, la de un conflicto que se disputa una apuesta de suma cero, es decir, en tanto uno de los actores involucrados gana todo, el otro por ende pierde todo, por tanto el conflicto provoca en la mayoría de los casos luchas de gran intensidad y costos sociales, políticos y económicos, por decir lo menos para las partes. 

Así lo demostró esta compleja dinámica que en ese entonces dividió el tablero internacional y movilizó recursos desde ambas partes con el objetivo de instalar sus modelos e ideologías en diferentes regiones del mundo, desestabilizando con estos procesos a gobiernos en Asia, Europa y África, pero principalmente en Latinoamérica, nuestra región que aún conserva abiertas muchas de esas heridas. 

En México, el impacto de la Guerra Fría configuró un enfrentamiento de las élites políticas mexicanas contra  quienes se consideraba promovían el comunismo, la narrativa permitida por el Gobierno se redujo tanto que la polarización e intolerancia mostró su rostro más autoritario y represor en la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco. Teníamos nuestra propia lucha ideológica en casa, muchas vidas se perdieron en manifestaciones y en organizaciones políticas y sociales reprimidas por la Dirección Federal de Seguridad, que era la Policía secreta del Gobierno para reprimir cualquier expresión que tuviera la izquierda revolucionaria en el territorio nacional. Para muchas generaciones de mexicanos, el recordar estos eventos aún lastima profundamente. 

Es por ello que a muchos de nosotros, los que recordamos esos tiempos, los que escuchamos de la dureza de esta disputa sin cuartel, que crecimos observando y sintiendo el rostro y la angustia de este conflicto, no solo cuestionamos sino rechazamos esta nueva ola polarizante en el mundo que se impulsa por mujeres y hombres que con el solo objetivo de ganar elecciones o conservar gobiernos,  encienden sus narrativas con propuestas incendiarias, más discursivas que ideológicas, y que en muchas ocasiones terminan siendo contradictorias con su ejercicio de Gobierno. 

En México, basta observar algunos debates que hoy ocupan la opinión pública. Encontramos al tiempo críticos de López Obrador que señalan sus políticas de corte neoliberal (como mantener el TLCAN) y otros que ya definieron como comunista al sistema político mexicano por tener relaciones con Cuba y Venezuela, y si bien el Presidente autodenomina a su Gobierno como de izquierda, es un hecho que, por varias de sus políticas, estamos lejos de ser un régimen comunista.

Uno de los muchos aprendizajes que nos dejó la Guerra Fría es que la polarización está lejos de ser deseable, ya que provoca líneas de tensión que nos alejan de forma inmediata y profunda de la construcción de acuerdos, genera ambientes cerrados al diálogo y al debate y cancela la posibilidad de un ejercicio real de la pluralidad, conduciéndonos a escenarios maniqueos, con opciones cerradas y altísimos costos para quienes difieren en pensamiento, expresión y formas de vida en una comunidad, nos alejan, pues, de la democracia y nos acercan al conflicto. 

En 2024 el contexto (nacional e internacional) parece acercarse peligrosamente a los viejos contextos polarizantes. Aún estamos a tiempo de evitar caer en la tentación de tomar partido y fortalecer narrativas que aprueban a los “iguales” y rechazan a quien es diferente. Defendamos nuestras democracias que, como decía Churchill, “La democracia es el peor sistema de Gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”.  

@DelToroIsmael_

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