En la Semana Santa se llevan a cabo Judeas en vivo de las más diferentes variedades, pero casi todas con gran devoción y como ya es temporada, por lo general las acompaña un fuerte calorón. De éstas, me acuerdo de una representación en La Troje, en los Altos de Jalisco, en la cual, en la escena del prendimiento, el que parecía dirigir la tropa de soldados romanos, llegaba y declaraba: “Venimos a apresar a Jesús de Lanzaret, venimos de la jodea” y yo creo que de ahí venían.Otra que recuerdo con emoción era una que organizaban hace muchos años unos connotados abogados de la Ciudad de México, en la Colonia Simón Bolívar, a quienes, por favores legales hechos a los miembros de esa colonia, los dejaban guiarla. Mi amigo, el abogado principal, se subía en un andamio, como de seis o siete metros de alto, vestido con una túnica morada -y eso que medía más de 1.90-, con una bandera de la Virgen de Guadalupe y un megáfono para dirigir la Judea. Me invitó a subir, pero la verdad yo vi tan endeble el andamio, que no me animé; sin embargo, otros amigos suyos participaron entusiastamente y para que no me digan mentiroso, me acuerdo que uno de ellos era diputado y se apellidaba Melgarejo, otro era un cura mercedario, muy gustoso en la ingesta de etiles, quienes junto con otra docena de gentes se treparon al endeble andamio, desde donde mi amigo comandaba la representación, con riesgo de su vida y de todos los que estaban arriba.Hasta donde recuerdo ese día lloviznó y al que interpretaba a Jesús lo habían amarrado a la cruz con unos mecates que, con la llovizna, se apretaron y tuvieron que inyectarle coramina para que no se ahogara quien representaba al Señor. De arriba llegaba el sonido del megáfono, que nadie obedecía abajo, unos queriendo subir a pesar de que parecía que se iban a caer, hubo algunos a quienes casi tuvieron que bajar con malacates. Lo último que recuerdo fue que después de la ceremonia, el que salía de Judas llevaba en ancas en una moto a María Magdalena.Por otra parte, desde luego siempre han calumniado a ciertos curas a los que no les ayuda el verbo y así decían de un padre de San Miguel, que terminaba el oficio de las siete palabras rapidísimo, cuando todos los demás oficiantes tardaban horas en desarrollarlo, y es que este padre decía que lo único que valía la pena era lo que había dicho Cristo, que todo lo demás eran puras tarugadas, por tanto, él no las mencionaba y por eso era tan veloz.Usted, en su propia familia, tendrá muchos recuerdos para contar, sin que se sepa por qué se generan ciertas costumbres; en mi casa se rezaba una oración muy alimenticia que decía: “Que nació Jesús, buñuelos; que murió, las empanadas; que subió glorioso al cielo, suculentas tamaladas”. Así que para muchos, la semana santa sigue siendo un lugar de oración, si se quiere de formas muy singulares.