Con todo respeto, de las tres manifestaciones de este fin de semana, la del mitin-informe del presidente López Obrador a propósito de su primer año al frente del poder ejecutivo, que repitió las mismas cifras triunfalistas e inconexas ante una masa acrítica; la de chile, mole y manteca de la oposición, que tuvo buena convocatoria pero que está convertida en una especie de zombi, un cuerpo social que todavía es capaz de moverse y movilizar pero incapaz de articular ideas; y la de las mujeres y su baile “Un violador en tu camino” el viernes pasado, me quedo sin duda con esta última. La transformación que se está gestando ahí no tiene precedentes y cuesta trabajo entender en este momento la profundidad de sus raíces y el tamaño de cambio que ello significa.El gran brinco que han dado este año los movimientos feministas, así en plural diverso e incluso contradictorio, fue tomar la calle y evidenciar el discurso machista subyacente incluso en aquellos que dicen, decimos, simpatizar con su causa. Rebasaron por todos lados, por la derecha, por la izquierda, por arriba y por abajo para unirse en un discurso global y en sentido contrario.La coreografía que nació en Chile, de un grupo de activistas llamado Las Tesis, dedicado justamente a traducir al mundo las tesis desarrolladas por las estudiosas e intelectuales de los movimientos feministas, pegó en el clavo al poner en lenguaje llano y en una coreografía sencilla y pegajosa un discurso complejo. La pañoleta verde, identidad de las madres de la Plaza de Mayo que buscaban a sus hijos desaparecidos por la dictadura argentina, se convirtió después en un símbolo contra la represión y posteriormente en el de la batalla de las mujeres de ese país por el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Ambos símbolos, surgidos en las periferias del mundo global, están ahora en todo el mundo, en países desarrollados y en vías de desarrollo, en clases medias, bajas y altas, en la explanada de la torre Eiffel en París, en el Zócalo de la Ciudad de México, en la plaza de Armas de Guadalajara o en un paraje de Ecatepec.La transformación que se está dando con la presencia de las mujeres en las calles es mucho más profunda y significativa. No es solo el hecho de que dejen la casa, el lugar que históricamente el patriarcado les había asignado, y tomen literalmente la polis, la ciudad para ellas y como ellas quieran, sino porque están rompiendo con las formas jerárquicas y los patrones impuestos por siglos.Con todo respeto, hablando de cambios y de oposiciones, me quedo con las mujeres.(diego.petersen@informador.com.mx)