No nos podemos engañar: nadie nos garantiza que el retorno a la actividad económica no traerá consigo rebrotes del coronavirus. Los datos que tenemos en México siguen siendo poco confiables. No sabemos cuántos mexicanos están inmunizados. Y no lo sabemos porque somos uno de los países del mundo que menos pruebas ha hecho durante la contingencia. Tampoco conocemos hasta dónde se ha expandido el virus. ¿Tenemos que multiplicar las cifras federales por 5, diez o por cien?Es cierto que es necesario empezar a abrir la actividad económica, empresas y familias ya no aguantan más, pero lo que no podemos sostener es que tengamos el virus controlado. Eso es mentira.En Jalisco, las cifras de contagios, muertes y hospitalizaciones parecen brindarnos un mejor escenario que el que se vive en otras entidades como la Ciudad de México o Baja California. A través del acuerdo que se hizo con la Universidad de Guadalajara, se han hecho más pruebas para detectar pacientes con síntomas. Sin embargo, por obstrucción federal, nunca se pudo hacer uso de pruebas rápidas para detectar el desarrollo de anticuerpos en la población. El 15 de mayo, el gobernador definirá la ruta a seguir. Podemos adelantar que distintos sectores de la economía retornarán a la normalidad con estrictas medidas de seguridad sanitaria. A nivel nacional, el próximo 17 de mayo, los municipios con baja transmisión y que no tengan colindancia con demarcaciones que tengan altos índices de contagios. Es decir, comenzamos una nueva fase: la de salir de casa.Sin embargo, ¿ante qué escenario nos enfrentamos? Más allá de la desesperación por abrir luego de casi dos meses de confinamiento, ¿estamos preparados? ¿Qué posibilidad existe de que un rebrote cobre más vidas y nos regrese a las medidas más duras de aislamiento social?En primer lugar, no enfrentar una situación crítica en algunas semanas depende de que entendamos que vamos a coexistir con el coronavirus durante mucho tiempo. Las mejores perspectivas señalan que la vacuna podría estar a inicios de 2021. Son 7-8 meses en donde el virus estará por todos lados. Sobreviviendo en las superficies, en las relaciones entre personas, en los plásticos. No podremos saludarnos durante algún tiempo. Ni pensar en abrazarnos. El confinamiento se terminará, pero no las medidas de distancia social. Como comunidad debemos entender que las reuniones tendrán que ser acompañadas con desinfectantes, lavado de manos y distancia entre las personas.La anormalidad consiste en eso: en acostumbrarnos a incorporar en nuestra vida distintos hábitos que no teníamos. Si antes de salir nos asegurábamos de agarrar la cartera, las llaves y nuestra mochila, ahora tendremos que llevar un pomito de antibacterial y el cubrebocas. La posibilidad de una “recaída” (permítaseme el término) tiene mucho que ver con la responsabilidad de los individuos, las empresas y las familias.Y aquí, la experiencia japonesa nos puede servir. En diciembre tuve la posibilidad de estar en Tokio. Me impresionó la cantidad de personas que utilizaban cubrebocas. Lo primero que uno piensa es que la mascarilla funciona para protegernos del otro, evitar que nos enfermen. Sin embargo, funciona exactamente al contrario: sirve para no contagiar a personas que son vulnerables. Dicha cultura social, tan interiorizada en Japón, aquí no existe. He sido testigo de personas que se quitan el cubrebocas en el transporte público o que le recriminan a un empleado de una farmacia por exigir su uso. La pandemia no se derrota desde el egoísmo, la incredulidad o el individualismo, sino desde la empatía que se traduce en nuestro compromiso con los otros.Una segunda arena es la hoja de ruta de desconfinamiento que planteen los gobiernos. Tanto el gobernador como el Presidente están a días de anunciar cómo volveremos a nuestras actividades. Es una decisión compleja: hacer compatible la protección de la salud de los ciudadanos con la reactivación urgente de la economía. Sin embargo, la prudencia es la mejor consejera. Imaginemos una vuelta desordenada a la normalidad. Un limbo de contradicciones que le permitiera a cada individuo interpretar a su gusto las fases del desconfinamiento. Podríamos encontrarnos en un escenario muy complejo en otoño. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado del riesgo que corremos si sólo se prioriza la recuperación económica.De la misma forma, existen actores económicos que presionan a los gobiernos para subir la cortina y volver al negocio. En Jalisco, la ocupación hospitalaria es baja. No obstante, una salida en falso puede revertir esas conquistas. ¿Quién debería volver? Sólo aquellos sectores de la economía que demuestren que son capaces de tomar las medidas sanitarias oportunas, proteger a sus trabajadores y respetar la distancia social. Y sería un error que la reactivación fuera por municipios. Las cadenas de valor, los movimientos de mercancías y los lazos comerciales, hacen imposible que un desconfinamiento municipal tenga éxito e impacto económico. ¿Qué harían los gobiernos para evitar que personas externas a la comunidad entren en los municipios desconfinados? Es una fórmula inoperante en la práctica.Y, tercero, se necesitan indicadores precisos para definir si la ruta de apertura está siendo exitosa o no. En Alemania, Angela Merkel permitió que los Lander (los Estados) fueran las autoridades máximas de las reglas de desconfinamiento. En una Federación, real y no ficticia como la nuestra, es natural que sean las autoridades locales, aquellas que conocen mejor lo que sucede en el territorio, las que lleven la voz cantante. Empero, la canciller puso una condición: si alcanzamos una tasa de 50 contagios por cada 100 mil habitantes en los próximos siete días, revertimos el desconfinamiento, y todos de regreso a casa. Los gobernadores aceptaron la medida y Alemania ya comenzó su retorno gradual a las actividades cotidianas.A diferencia de los alemanes, los suecos o los daneses, aquí en México tenemos un grandísimo problema: la gente no cree en su Gobierno. No falta quien cree que todo esto del coronavirus es un cuento inventado para cobrar impuestos o una “cortina de humo” para quien sabe qué. ¿Cómo volvemos a esta normalidad amenazante con una ciudadanía que no cree lo que le dicen los gobernantes? ¿O en donde una parte de la sociedad considera que todo lo que hemos pasado en estos días es sólo un “cuento chino” o una mentira más de los gobiernos? El desafío en México es mucho más profundo que en Alemania.Pedir aislamiento social y parar la economía no fue sencillo, pero es mucho más difícil organizar la vuelta a la normalidad. La salud debe ser la prioridad máxima. Sin embargo, aunque podamos prepararnos mucho, la realidad será como una “cita a ciegas”, no sabemos qué nos encontraremos durante el desconfinamiento. Los gobiernos, de todo el mundo, están en ese laberinto de la prueba y el error. Pisamos terreno desconocido y los errores pueden costar vidas.