Elegí cinco libros que marcaron mi 2023. Se los comparto: 1. “En política como en todas las cosas de la vida, y para quien no sea un necio, sólo cuentan dos principios: no hacerse demasiadas ilusiones y no dejar de creer que cualquier cosa que hagas puede servir”. Este pasaje pertenece a la La jornada de un escrutador (1963) de Italo Calvino, una novelita de cien páginas. Amerigo Ormea, un escrutador electoral, sufre un shock moral cuando debe visitar un sanatorio de pacientes psiquiátricos, lisiados, deformes y desahuciados para que voten por primera vez. Divertida, irónica, triste, reflexiva. De mis ficciones favoritas este año. 2. Relectura de Fouché, el genio tenebroso (1929) de Stefan Zweig. Creo que Borges dijo que la relectura era la verdadera lectura. Esta es una biografía del amo de la intriga política, un hombre que sobrevivió a los vaivenes de la Revolución Francesa, el imperio napoleónico y la monarquía. Mientras Francia se convulsionaba, Fouché complotó y siempre salvó su pellejo. Imitadores hay muchos, pero sólo un Fouché. Soy amante de las biografías de Zweig, auténticos clásicos: María Antonieta, Casanova, Freud, Balzac, María Estuardo… Si pueden, lean todas. 3. Estrés y libertad (2011) de Peter Sloterdijk. Una reflexión sobre el individualismo anestésico de nuestras sociedades y la libertad. El autor nos regala predicados como este: “Si no hay cuestiones imperiosas qué atender, no hay preocupación alguna; si no hay preocupaciones, no hay realidad”. 4. El Leviatán (1651) de Thomas Hobbes, un clásico y obra maestra de la filosofía política. Su medio millar de páginas demandan una predisposición maratónica como lector. Una profunda indagación en la naturaleza humana y esa forma de asociación llamada Estado. De allí tomé una de las mejores definiciones de felicidad: “La felicidad es un continuo progreso de los deseos de un objeto a otro. Ya que la consecución del primero no es otra cosa sino un camino para realizar otro ulterior. La causa de ello es que el objeto de los deseos humanos no es gozar una vez solamente y por un instante sino asegurar para siempre la vía del deseo futuro”. 5. Los cárteles no existen (2018) de Oswaldo Zavala, académico y periodista. Ignoro por qué no estamos leyendo y discutiendo todos este provocador ensayo para entender la violencia en nuestro país. El término “cártel”, explica el autor, fue acuñado por la DEA para atribuir a los narcotraficantes colombianos una mayor capacidad de organización de la que realmente tenían. Esa idea sólo ha abonado a la producción cultural de historias fantasiosas sobre capos omnipotentes que reproducen el periodismo, el cine y la literatura. Toda esa mitología es alimentada por el discurso oficial para crear un enemigo que justifique su razón de ser y oculte la verdad: la participación absoluta, eficaz y lucrativa del Estado en el negocio criminal. Mi propósito de Año Nuevo es entrevistar al autor. Me despido con este obsequio: el poema “A la noche” de Hannah Arendt, una de las grandes teóricas políticas del siglo pasado en su poco conocida faceta de poeta: “Tú que consuelas, inclínate sobre mi corazón sin hacer ruido.Tú que callas, dispensa alivio a mis dolores.Interpón tu sombra ante todo lo que es demasiado claroy tráeme el entumecimiento que me brinde una huida de lo estridente.Déjame tu silencio, esa liberación atemperante.Déjame que oculte el mal en la oscuridad.Y cuando la claridad me mortifique con nuevas visionesdame fuerzas para cumplir en todo momento con mi deber”.Felices fiestas. Nos leemos en enero. jonathan.lomeli@informador.com.mx