Martes, 26 de Noviembre 2024

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Chipre: cruzadas y templarios

Por: María Palomar

Chipre: cruzadas y templarios

Chipre: cruzadas y templarios

Por estar en un punto estratégico en la encrucijada marítima entre tres continentes, en el extremo oriental del Mediterráneo, y por ser tradicionalmente rica en recursos naturales y generalmente próspera, la isla de Chipre ha sido botín de conquistadores desde la antigüedad. Su destino, pues, ha sido más bien accidentado y está lleno de paradojas: siendo una isla de griegos por siglos incontables, no es una isla griega, y además está partida en dos desde la invasión turca de 1974 y Turquía retiene a la mala el tercio norte. El territorio total de la isla apenas pasa de nueve mil kilómetros cuadrados y sus habitantes no llegan al millón. Así y todo, la pequeñísima República de Chipre, empeñada en acercarse siempre a Occidente, logró por suerte ser miembro de la Unión Europea.

Después de que los británicos se la quitaron en 1878 a los otomanos (que la tenían desde finales del siglo XVI), se le concedió la libertad en 1960, pero, como suelen hacerlo, los ingleses dejaron más bien un tiradero, poca modernización, y la constitución que se adoptó fue un enredo.

Aunque tiene lugares muy bonitos y otros muy interesantes, y una riqueza arqueológica y arquitectónica inmensa, Nicosia, la capital, es una ciudad triste, partida en dos, y además está en una enorme planicie central, la Mesaoria: polvorienta, reseca y sin trazas de verde. A partir de su inclusión en la Comunidad Europea en 2004 la isla se ha beneficiado mucho de los fondos comunitarios en términos de mejoramientos urbanos y de infraestructura en general. Ya hay universidad en Nicosia, y a finales de la década de los ochenta se abrió en Limasol (puerto que es la segunda ciudad en importancia) un Museo Medieval.

Hasta poco antes, en el Museo Arqueológico de Nicosia, un descongraciado edificio construido por los ingleses, arrumbada en una vitrina y sin gran explicación estaba una piedra negra, pequeña, probablemente volcánica, que alguien en algún momento dijo que era una representación anicónica del Bafometo, el ídolo que supuestamente veneraban los templarios, uno de los cargos que contra ellos presentaron los inquisidores de Felipe el Hermoso de Francia a principios del siglo XIV, cuando la orden fue disuelta. Ese objeto probablemente haya sido integrado a la colección del Museo Medieval, ojalá.

Es que, entre las muchas peripecias de su laguísima historia, la isla de Chipre perteneció por algunos meses a los caballeros templarios. Se la regaló Ricardo Corazón de León (quien la conquistó en 1191) a esa poderosa orden de caballeros encargados de proteger a los cristianos que viajaban a Tierra Santa, a unos cien kilómetros por mar.

Por cierto, el Museo Medieval está en el castillo de Limasol donde, antes de embarcarse rumbo a la Tercera Cruzada, Ricardo Corazón de León se casó con Berenguela de Navarra. Y aunque los templarios muy pronto, en 1192, dejaron la isla en manos de Guy de Lusignan, Rey de Jerusalén, mantuvieron plazas fuertes en Chipre y muchos otros puntos estratégicos del Mediterráneo oriental.

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