El pasado dos de junio podían suceder una de dos cosas: o los resultados del conteo rápido aparecían desde las ocho de la noche, o se retrasaban, como de hecho sucedió hasta unos minutos antes de las doce. Si hubiesen comenzado a aparecer desde las ocho, sin duda más de alguno pensaría que era demasiado pronto, que eso no era normal, aunque lo fuera, que qué casualidad, que seguro ya tenían todo preparado. Pero los primeros resultados se confirmaron poco antes de las doce, así que más de alguno comenzó a decir, desde las diez, que eso no era normal, aunque lo fuera, que de seguro se estaba cocinando algo.Al tercer día de las elecciones, personas que hace meses gritaban por toda la nación que el INE no se toca, ahora no solamente lo tocaban, sino que lo hacían pedazos, llamándolo inepto, cómplice de fraude, vendido y cualquier otro epíteto usual en estos casos, exigiendo la destitución vía “exprés” de la presidente y de todos los integrantes del instituto.Este alegato en Jalisco tuvo un fuerte contraste: por una parte, quienes contestaban una elección federal que de momento llevaba una ventaja de 30 puntos, y otros que igualmente denunciaban una elección estatal cuya ventaja era de 3 puntos. ¿Cuál de las dos exigía un nuevo y más exacto escrutinio?Ante los primeros resultados no cabe duda de que las decisiones del electorado en Jalisco y en México han sido muy sorprendentes, y que el voto diferenciado ha tenido un protagonismo inesperado. Dar la gubernatura a un partido y el Congreso estatal a otro tiene su explicación y tal vez sea de tipo reactivo, dado el hecho de que en el sexenio que termina, el Congreso sí que fue el club de amigos y colaboradores del Poder Ejecutivo; como que no se quiso repetir ese escenario, y ahora lo que se pondrá a prueba será la madurez política de unos y otros, y su capacidad de gestionar el bien de la sociedad por encima del color partidista, un asunto difícil pues si algo no tenemos es madurez política.A nivel federal las cosas fueron distintas: tanto el Poder Ejecutivo como las Cámaras quedaron en manos de un solo partido, lo cual hace todavía más exigente la madurez del gobierno y del Poder Legislativo. Por un lado, esta coincidencia puede favorecer la gestión; por el otro, la puede convertir en montonera, con agravio de la democracia. No es un asunto fácil, pues pondrá a prueba, sobre todo, la honestidad, capacidad de liderazgo, sentido de la realidad y visión de la nueva presidente.Esta relación entre poderes ha sido siempre un callejón sin salida, en México y casi en todas partes: si las Cámaras están en contra, el gobierno se paraliza; si están a modo, la separación de poderes se adelgaza y el gobierno se vuelve autoritario. El verbo sería negociar, pero la negociación no siempre tiene por objetivo el bien común, sino el interés partidista que poco o nada tiene que ver con la sociedad, esto cuando las Cámaras están en contra. Pero ¿y cuándo están a modo? ¿Qué sentido tiene negociar? Sólo quedan dos posibilidades: que el Poder Ejecutivo sea razonable, ecuánime y sensato, o que la sociedad y todos sus organismos se movilicen guiados por los mismos valores que se esperan del Ejecutivo. ¿Será esto posible en México?