Una vez que fue inviable, por la gran crisis internacional, la primera versión antes perfectamente factible y aprobada (incluyendo por la ODEPA) de la Villa Panamericana, se tuvo que iniciar, de urgencia, un segundo esquema. Al efecto, se realizó una licitación pública entre promotores de vivienda especializados con el fin de obtener una Villa viable. El ganador fue el arquitecto Bosco Gutiérrez Cortina, de México y con fuertes raíces tapatías maternas. Analizó con detalle el asunto, y propuso un planteamiento muy distinto, invitando a él a todos los arquitectos involucrados en el primer esquema. Algunos aceptaron, otros declinaron libremente.El nuevo proyecto, aprobado en todos sus extremos por unanimidad en el cabildo, consistía en un concepto basado, nada menos, que en la Place des Vosges parisina. Sus coautores fueron Andrés Casillas, Bosco Gutiérrez, y Coplaur. Un gran edificio de nueve niveles en forma de L en el que se alojaba la mayor parte del programa ocupaba los linderos poniente y norte del parque, el que se arreglaba correctamente y se conectaba con todos los barrios circundantes. Los otros 12 terrenos eran edificados con bajas alturas, realizando un trabajo de “urban infill”. En verdad, según quien esto escribe y otras opiniones, era una obra maestra debida, sobre todo, a Andrés Casillas.Se volvieron a hacer todos los procesos: validación por la ODEPA, por todas las instancias oficiales concernidas, las de la sociedad civil y por los vecinos (entre los que ciertamente existía una facción opositora, aguerrida, minoritaria, y parcialmente equivocada). Lo único que se requería para iniciar obras en tiempo y forma era la aprobación por el cabildo municipal de su aval para un crédito, pagable en el corto plazo, de 200 millones de pesos como indispensable capital inicial y que sería devuelto en unos meses.Mientras todo esto sucedía pasaba una muy intensa grilla en todos los niveles. Mario Vázquez Raña, con dos caras, hacía como que seguía aprobando el proyecto mientras al mismo tiempo lo saboteaba con inconfesables fines. Parte de la prensa y del gremio de los arquitectos se mostraron hostiles a la nueva solución. El asunto desembocó en un dramático episodio: la sesión de cabildo en la que se daría sí o no al aval del crédito. Existía una cerrada mayoría a favor, gracias al convencimiento de algunos regidores priistas. La contraorden del comité municipal de ese partido fue fulminante. Se obligó a todos sus regidores a presentarse a la sesión y a votar en contra (bastaba una sola abstención para aprobar la moción). El propio presidente del comité municipal pastoreó a sus subordinados dentro del salón de cabildos. Así, la moción fue derrotada por un voto. Con eso, la Villa Panamericana en el centro de Guadalajara, la herramienta más potente hasta entonces fabricada para renovar y rehabitar el primer cuadro tapatío, fue desechada de plano.La Villa Panamericana quedó, a partir de ese momento, fuera del control del alcalde Alfonso Petersen y del ayuntamiento de Guadalajara. Vázquez Raña y sus asociados ya tenían la “opción” lista: el Bajío del Arenal, en el municipio de Zapopan, en terrenos inmediatamente colindantes con el Bosque de la Primavera, dentro de la zona de amortiguamiento del propio bosque. De manera más que dudosa obtuvieron las anuencias estatales y municipales y procedieron a asestar una gravísima herida en una zona altamente frágil e inapropiada para edificar la Villa Panamericana. Mañana concluye este recuento.jpalomar@informador.com.mx