La fotografía principal en la portada digital de ayer en The New York Times puede interpretarse de dos maneras. En ella se ve de frente al presidente Joe Biden abrazando al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, quien está de espaldas, y este recargando la cabeza sobre la mejilla del mandatario norteamericano. De parte de Biden -quien mira al infinito- se entiende que le expresa su duelo por el ataque del grupo terrorista Hamás, mientras que de Netanyahu da la impresión que es el hijo que recurre al padre en busca de consuelo y apoyo. Cualesquiera que sea la apreciación, es simbólica del respaldo norteamericano al pueblo israelí, y de alguna manera también puede concluirse que el abrazo fue el único objetivo que tuvo la visita de siete horas y media del presidente Biden a Tel Aviv. Y fue infructuoso el viaje relámpago a Medio Oriente, que la misma Casa Blanca tuvo que cancelar la visita a Jordania, donde Biden planeaba entrevistarse con el rey Abdalá en Amán, donde además estarán los líderes de Egipto, Abdel Fatah Al Sisi, y de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, como consecuencia de los ataques al hospital en Gaza. Lo que el mandatario estadounidense dijo en la capital israelita sólo fue advertir a los enemigos que no intenten atacar a Israel, diciendo “Don’t, don’t, don’t”, misma frase que usó el 17 de septiembre del año pasado cuando sugirió a Vladimir Putin no usar armas nucleares en el conflicto en Ucrania y desmentir que el ataque al hospital en Gaza -que provocó la muerte de centenares de inocentes- fuera realizado por Israel, sino que fue causado por un misil errante que fue disparado por los palestinos, de acuerdo con las investigaciones de los servicios satelitales de la inteligencia israelí y norteamericana. Ambos pronunciamientos pudieron haber sido hechos desde la oficina Oval de la Casa Blanca sin causar tantos contratiempos y correr tantos riesgos.Contratiempos, porque ir de “visita” cuando están en medio de un conflicto armado y en donde hay que “atender al invitado”,parece inconsciente, y riesgoso, porque la seguridad del Presidente de los Estados Unidos -aunque esté rodeado de toda la inteligencia del servicio secreto- no está garantizada por las acciones incontrolables que piden tomar los grupos terroristas. Además, cuando en el mundo hay tanta animadversión a Estados Unidos, por el lado del que están en el conflicto, que en el mismo país vecino ayer se llegó a protestar dentro del Capitolio en Washington, la visita de Biden avivó las protestas en varias embajadas estadounidenses en el mundo -en algunas de ellas con enfrentamientos-, como sucedió en Rabat (Marruecos), Estambul (Turquía) y en Beirut (Líbano), así como en varias capitales de Europa Occidental.Lo que Biden pretendió con el viaje -como lo establecimos en este mismo espacio- era ganar imagen en la percepción del electorado estadounidense -con las elecciones a la vuelta de la esquina-, más que tratar de resolver el conflicto con su presencia en Israel. Y a la postre, sólo ratificó su apoyo irrestricto en contra de la lucha en contra del grupo terrorista de Hamás -que pudo haberlo hecho desde su oficina-, pero él regresó con “la cola entre las patas”, sin lograr reunirse con quienes planeaba, sin resolver el problema y sólo provocando más protestas y complicaciones en sus representaciones diplomáticas.¿Usted, qué opina?