En la reciente entrega de los premios The Best, la FIFA otorgó a Marcelo Bielsa el galardón Fair Play por haber ordenado a su equipo, Leeds United dejarse marcar un gol ante el Aston Villa, tras haber anotado mientras un jugador del equipo rival estaba lesionado…Como en la serie “Scenes we’d like to see” (“Escenas que hubiéramos querido ver”), de la revista satírica “Mad”, los “Tigres”, el viernes, pudieron seguir el ejemplo de Bielsa y permitido que el Veracruz, cumplidos los tres minutos acordados para su protesta pasiva por la situación que es del dominio público, empatara el marcador. Habría sido el correspondiente “borrón y cuenta nueva”. “Juego limpio”, pues.Aun si los “Tigres” hubieran honrado los pronósticos y ganado el partido -por goliza incluso-, para ellos, para el rival y para el futbol mexicano en pleno hubiera sido más honroso haber ganado con limpieza, y no dejar, como lo hicieron, la sensación de haber incurrido en una actitud oportunista, desleal y poco solidaria.Lo de San Luis, el domingo, es otra cosa…Es la prueba -la enésima, para ser exactos- de que el futbol mexicano se ha contaminado por la presencia de grupos de rufianes que ven en el deporte una oportunidad propicia, no -como decía el periodista brasileño Armando Nogueira- “para buscar en el estadio, los domingos, la victoria que la vida les niega el resto de la semana”, sino para dar salida, mediante la violencia, a tendencias criminales.Casi todas las plaza de la República se han contaminado por ese fenómeno. Ni los clubes ni las autoridades civiles han logrado contenerlo. Los estadios de la Ciudad Universitaria, en México; el Jalisco y el 3 de Marzo en Guadalajara; el Universitario y el Tecnológico de Monterrey y las inmediaciones de esos cosos, han sido escenario de hechos de violencia que exceden los límites de lo comprensible -y lo tolerable, por tanto- en ocasión de una contienda deportiva.Es previsible, como secuela de los bochornosos episodios del domingo, un veto a la plaza de San Luis. Sin embargo, para arrancar el mal de raíz, sería pertinente que la Federación Mexicana de Futbol, los clubes y las autoridades civiles apretaran clavijas y trataran a los rufianes como rufianes, al efecto de que el deporte recupere la sana dimensión de espectáculo familiar que, por desgracia, decrece y aun amenaza con desaparecer.
