La fascinación infantil que despierta la lucha libre radica en la posibilidad de que, en ese cuadrilátero fantástico, algo sea real: el lance intrépido del enmascarado, la sorpresiva hurracarrana o la quebradora con un martinete al hilo. Entre más histriónica la actuación, mayor la convicción en el respetable de que asiste a una lucha “real” entre rudos y técnicos. Por desgracia, muchos principios de la lucha libre aplican para la política mexicana: las cualidades de un buen gladiador del pancracio son también las virtudes de un “buen político”. El ejemplo lo tenemos en casa con Enrique Alfaro y su reciente cavernaria a Dante Delgado, líder nacional de Movimiento Ciudadano. En julio pasado, el gobernador escaló las cuerdas del cuadrilátero y en un sorprendente lance, patada voladora incluida, aterrizó sobre el cogote de su dirigente partidista. Esa vez, por medio de un videomensaje, el mandatario anunció su declinación para contender por la Presidencia -sólo su egomanía lo hizo creer que tenía posibilidades- y rompió con Dante. Volví a ver su mensaje de ocho minutos. Si no lo conociera, se me inflamaría el pecho de orgullo sólo de escuchar a ese Espartaco de Tlajomulco. Primero zarandeó al Frente Amplio Opositor. Acusó a los dirigentes partidistas de promover un acuerdo para administrar y lucrar con la derrota, y pidió volver a las bases y la militancia para impulsar un solo bloque opositor. Finalmente apuntó las baterías contra Dante, su aliado por 12 años. Le recriminó con estas palabras su rechazo a sumarse al frente opositor: “Construir una tercera vía que sólo divida y haga un papel testimonial sería desde mi punto de vista la mayor contribución para la consolidación de este nuevo régimen en ciernes”. En las últimas semanas Alfaro calificó a Dante como “burócrata de partido” que jamás ganó una elección, lo tildó de errático y desesperado, pero sobre todo, alineó a los emecistas de Jalisco a su favor. Hasta que esta semana, en una inesperada voltereta, propia del pancracio de la política mexicana, Alfaro cambió de opinión. Ahora respaldó la candidatura de Samuel García a la Presidencia por Movimiento Ciudadano contra su postura inicial de rechazar una tercera vía y unificar al frente opositor. Como diría Monsiváis: “O ya no entiendo lo que está pasando o ya no pasa lo que estaba entendiendo”.Pero no se mortifiquen. Leamos estos vaivenes en clave de lucha libre. Lo que importa es el espectáculo, las mil máscaras, los calzoncillos con diamantes, los botines artificiosos y las piruetas en el aire. Lo que vemos en el ring de la política casi siempre es una puesta en escena. Todo indica que el gobernador ya negoció -o está por hacerlo- con Dante y el PRIAN para garantizar el futuro de su proyecto y la sucesión en Jalisco con una coalición local. Por eso Alfaro es el amo del pancracio. Nadie negará que ofrece muy buenos espectáculos luchísticos y a nosotros nos encanta creer que algo de todo eso es real.jonathan.lomeli@informador.com.mx