Al concluir la especialidad, Ignacio se fue a la sierra a prestar su servicio social, en un hospital rural. Vivió durante cuatro meses en una de esas zonas pobres y aisladas de México, a donde dice el Presidente Andrés Manuel López Obrador que los médicos no quieren ir. Como becario recibía 14 mil pesos mensuales, con la posibilidad de “vivir” en el hospital. El horario de trabajo era de 8:00 de la mañana a 4:00 de la tarde, y cada tercer día tocaba hacer guardia, entonces se extendía la jornada laboral a 32 horas seguidas. Porque, como dijo el Presidente: “no solo de lunes a viernes, los sábados y domingos también enferma la gente”. Y aquí los médicos mexicanos también trabajan los fines de semana.En una de esas guardias recibió en urgencias a un adolescente de 14 años. “Allá andan mucho en moto y se accidentó, tenía fractura de tibia y peroné, en la parte de la pantorrilla, era fractura expuesta, se le veía el hueso y estaba sangrando”, narró. En el hospital rural no había material para atenderlo y necesitaban trasladarlo a otro, el más cercano estaba a dos horas del lugar. La ambulancia sólo tenía 700 pesos para poner gasolina y estaba reservada para urgencias ginecológicas. “Pues arrégleselas, doctor”, le respondió el director cuando Ignacio le llamó para pedirle que autorizara el traslado, “tiene que hablar con los familiares o ahí manténgalo en urgencias”. Finalmente, un profesor se lo llevó en su auto.Los tres primeros meses, Ignacio trabajó, durmió y vivió en el hospital rural, como hacen cientos de egresados de especialidades durante su servicio social. “Si el hospital está certificado te ofrece lugar para dormir, regaderas y las tres comidas”, me contó. Ahí comió lo que hubo, lo que le dieron. El cuarto lo compartió con otros especialistas; dormían en tres literas con colchones de lona y se turnaban para usar el baño que había en la habitación.“Como es en la sierra no todo el tiempo tienes internet ni señal de televisión; el calor y el clima son muy distintos. La alimentación está sujeta a la del hospital, si quieres comprarte algo lo puedes hacer o rentar también, pero es caro, y te quedas sin dinero”, recordó.En el hospital había otros becarios, especialistas en ginecología, anestesiología, medicina interna y pediatría, además de cirugía general. Todos estaban haciendo su servicio social para poder graduarse y regresar a casa o buscar un espacio de trabajo en otro sitio, más seguro y con mejores condiciones laborales, donde pudieran echar raíz.“Un amigo estuvo en medio, literal, de una balacera. Él agarró a los niños para que se fueran abajo de una mesa, en lo que pasaban los narcos alrededor con las armas largas colgando”, nos contó sobre el pueblo, al que hoy también ya alcanzó la violencia.El último mes, Ignacio decidió irse a rentar una habitación fuera del hospital. “Por salud mental, porque era estar todo el día encerrado y no salir de ahí”. A su familia la visitó una sola vez, porque hacía 13 horas de camino y no podía costear casetas y gasolina.“Cuando uno es estudiante no te preguntan a dónde quieres ir; te dicen: a ver, doctor, es lo que hay y usted eligió esa carrera, así que váyase o sálgase”.Ante el anuncio de la contratación de 500 médicos cubanos para trabajar en zonas pobres y aisladas del país, estudiantes y profesionistas del sector salud coinciden en que en nuestro país no hay escasez de médicos dispuestos a trabajar en lugares alejados, lo que hace falta son mejores condiciones laborales y que se garantice su seguridad. Algo básico también para cualquier profesión; es un derecho.Un reconocimiento y agradecimiento a las y los médicos pasantes del país por esa gran labor que realizan en zonas marginadas, trabajando en condiciones sumamente precarias y arriesgando inclusive su vida.Si llega apoyo de otros países, seguro será bienvenido siempre y cuando no sea en detrimento de las y los médicos mexicanos, y garantizando para ellos las plazas y los espacios que han estado esperando desde hace años. Antes de cualquier decisión, siempre sería bueno escucharlos.