Conforme pasan las últimas semanas del gobierno de López Obrador, más y más dudas me surgen de que el presidente le interese el éxito del gobierno de su “querida” sucesora. Si quien hubiera ganado las elecciones hubiera sido Xóchitl Gálvez, entonces no me esperaría ningún otro tipo de comportamiento de parte de AMLO.Apurando reformas importantes en las últimas semanas sin ninguna negociación o labor política con los involucrados. Todo para que salieran justo antes de que se le acabara el gobierno. Como si quien llegara al gobierno no fuera de su mismo partido.Sin importarle las broncas que le dejará a su sucesora. En el papel la Constitución ahora dice que los ministros, jueces y magistrados deberán ser electos por voto directo por el pueblo. ¿Cómo es que se supone que se llevará a cabo semejante operación electoral? Nadie lo sabe.Ni el mismo presidente que cuándo lo cuestionaron sobre los terribles problemas para operar una elección con tantos candidatos a tantos puestos, el presidente sugirió que quizá se debieran de elegir por tómbola.El presidente ya lo logró. Ahora es ley y así se deberá de hacer. La bronca es para el INE y para el gobierno de Claudia. Primero, porque mientras que no se renueven los puestos en el Poder Judicial, la mayoría de sus actuales ocupantes tendrán incentivos para todo, menos para sacar adelante el trabajo acumulado.El Poder Judicial no solo se queda sin funcionarios, sino que los que están ahora, no tienen garantías de que seguirán. Si antes ya había problemas de celeridad en los juicios y los casos se acumulaban por montones, pues ahora quién sabe cuándo funcionen.El entorpecer uno de los Poderes de la Unión, terminará cargándole costos al gobierno de Claudia, no solo por la pésima señal que mandó al mundo financiero y económico, sino porque el retraso en las sentencias y en la definición de los casos, se convertirá en un peor cuello de botella que no beneficiará al país.Si el presidente realmente quisiera el éxito del gobierno de su elegida, estaría dispuesto a dejarle las mejores condiciones tanto políticas como económicas.De la misma forma que cuando ganó López Obrador, el gobierno del presidente Peña se encargó no solo de darle suficiente margen de maniobra para definir sus prioridades de gobierno, sino que le dejó unas finanzas públicas muy decentes. Con suficientes dineros en fondos de estabilización, así como con guardaditos para diversos imprevistos.Todos esos dineros el presidente AMLO no solo les dio uso, sino que se los acabó. Las condiciones en las que le entrega la hacienda pública a su querida sucesora son mucho más frágiles que las que recibió.Prácticamente Sheinbaum está obligada a aplicar un recorte al gasto público que logre el milagro de reducir el déficit público del 6 por ciento del PIB al 3 por ciento.Esta reducción en el gasto público ya aparecía en los pre-criterios de la propia Secretaría de Hacienda de AMLO, la que cínicamente anunciaba que el gasto público se les había “desbocado un poquito” en 2024, pero que ellos lo arreglarían con un mega recorte en 2025. Es decir: “yo me gasto el dinero y que pague la que viene”Solo para poner en contexto, un recorte del 3 por ciento del PIB del país equivale a dejar a todo México con cero pesos y cero centavos de inversión pública. Ni habría ni un triste peso para pagar el mantenimiento más básico de nada, mucho menos para alguna otra “gran obra”.Claudia recibe una hacienda pública sin dinero. Con una presión del gasto creciente por los programas sociales, particularmente las pensiones y por una Pemex que se ha devorado más de 2 billones de pesos y que sigue siendo un barril sin fondo.Claudia, a pesar de ser la presidenta con mayor votación en la historia, llega atada de manos, sin un gabinete de su confianza, sin un quinto en la bolsa y con minas sembradas en varias partes de su camino. Todo pareciera que al presidente López Obrador, no le interesa que Claudia tenga éxito en su gobierno. La quiere débil, acotada, dependiente siempre de él..