En diciembre de 2019 no salí de vacaciones, estábamos preparando un concierto coreográfico que estrenaba apenas los primeros días de enero y los ensayos no me permitían distraerme. “Asturiana” fue y es uno de los proyectos más queridos de mi vida que estrenamos en el Auditorio de la Ribera en Ajijic y luego giramos al interior del Estado. La última función que daríamos el maestro Jorge Taddeo, el guitarrista Eddie Lara y yo en ese ciclo era el 18 de marzo en el bellísimo teatro Rosas Moreno en Lagos de Moreno. Todavía recuerdo aquellas llamadas en las que se nos comunicaba que se cancelaba el cierre de la temporada de primavera para todos. Yo preguntaba si no era posible presentar la función con poco público o sin este, si podíamos programar pasando la Semana Santa o si -ya muy pesimista de mi parte- pasando el verano. Por ahí de esos primeros días -hace exactamente dos años-, el artista Octavio Abúndez ponía en su muro: “Se cancela el 2020” y no sólo me extrañó, me molestó profundamente.Al muy poco tiempo de iniciada la pandemia todos los artistas movimos estudios, talleres, salas de concierto y demás espacios a nuestras casas. Fueron -aquellos primeros meses- algunos de los más difíciles de mi vida. Con la incertidumbre a cuestas y aprendiendo como usar el zoom, tomada de la barra (mi gran compañera de vida) encontré el lugar en el que podía estirar y tratar de escuchar los ejercicios dictados por la maestra Lucy Arce. Recuerdo tratar sin mucho éxito de oír entre ladridos de perro y la ruidosísima bomba de agua, la música que venía desde la pantalla, recuerdo también no saber si poner a alguna compañera que estuviera teniendo un buen día y pareciera concentrada en modo permanente o mejor dejar la “galería” que permite vernos a todos y constatar que no estaba sola y que una vez al día, nos unía la danza que de alguna manera nos permitía seguir.El punto decisivo fue cuando vi el comunicado oficial del MET que a través de su director y vía YouTube anunciaba que nadie pisaría aquel escenario hasta el verano del 2021. Se acabó cualquier atisbo de esperanza, pensé: porque a raíz de esa decisión, el mismo criterio bajaría a todo el continente pasando obviamente por Jalisco, y así fue. Conforme fueron pasando aquellos largos días, fuimos encontrándonos entre distintos grupos artísticos que por una vez, coincidíamos en el mismo momento histórico. Se acabaron -por parte de la autoridad- los privilegios para algunos y también se acabaron los malos tratos para otros. No había nada para nadie. Decían voces a mi alrededor que el mundo cambiaría, que a todos nos tocaba crecer, que este sería por fin el momento clave para ser comunidad.A dos años de aquel marzo pienso que fundamentalmente creció y aprendió el que quiso (o el que pudo) pero eso de tener un mundo distinto, pues juzgue usted. El mundo del arte y con quien lo comparte uno es la gran certeza que me dejó la pandemia. Compartir cine, música, danza, teatro dentro de cuatro paredes es profundamente esperanzador. Soñar, crear, pensar, producir y bailar en una casa como en un gran escenario depende de menos de lo que yo pensaba y tienen hoy para mí el mismo valor.A dos años de aquel marzo pues, no todo fue doloroso. Con semáforo verde y aforos completos hay definitivamente, muchísimo que festejar, ¡vamos al teatro!argeliagf@informador.com.mx • @argelinapanyvina