A la memoria de Luis González de Alba2 de octubre no se olvida es el slogan, el mantra, de una generación marcada por la tragedia de la represión en una tarde de octubre de 1968. Pero, 50 años después, ni siquiera hemos sido capaces de establecer qué pasó y por qué pasó aquella terrible matanza. Más aún, no hay una cifra final de muertos aceptada por todos: 325 es la más difundida, quizá porque fue la que Octavio Paz escribió en Postdata; 26 dijeron en un primer momento las autoridades; 121 cadáveres, dice haber contado un padre que buscaba desesperadamente a su hijo; 44, 10 de ellos sin identificar, fue el informe del forense dos días después de la masacre. 50 años después no tenemos claro qué es lo que no olvidamos, solo tenemos claro que no queremos olvidar porque pensamos, ilusoriamente, que de esa manera no volverá a repetirse.A lo largo de medio siglo han sido menos los interesados en saber qué fue exactamente lo que pasó que los que se han batido a duelo por la apropiación de la memoria de lo sucedido aquella tarde. ¿Es el 2 de octubre un punto de quiebre en la historia nacional?, ¿qué cambió o qué cambios sí tienen que ver con lo sucedido aquella tarde?Es difícil si no imposible establecer cuál fue el efecto de la noche de Tlatelolco en la cultura política y el derrotero del país. Linealmente podemos decir que la represión del 2 de octubre del 68 y del 10 de junio del 71 (la llamada noche de los Halcones) tuvieron un efecto directo en la radicalización de muchos jóvenes que engrosaron las filas de la guerrilla urbana de los años setenta, y que esto a la postre llevó a la reforma política del 79 que abrió el sistema de partidos que permitió la alternancia en el año 2000. Sin embargo, existe una creencia ampliamente compartida de que esta fecha es un punto de quiebre en la historia del país y el simple hecho de que sea ampliamente compartida la construye como hito histórico.Más allá de eso, el 68 y la sangre de sus mártires es el mito fundante de la democracia mexicana, pero también de las luchas sociales, de los movimientos de izquierda, de la conquista de las libertades. Hay, pues, tantos sesentayochos como ideas de país. Si no hay una versión más o menos acabada, apegada a los hechos y no a las conveniencias política de cada uno (como peleaba insistentemente Luis González de Alba) es porque hoy es todavía más importante el uso de la memoria que la memoria misma.Hoy el país entero conmemorará los 50 años de un 2 de octubre histórico, fragmentado y difuso, en el que cada uno a su manera recordará y revivirá los mitos que más convengan a su memoria.(diego.petersen@informador.com.mx)