Domingo, 24 de Noviembre 2024

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- Zapata

Por: Jaime García Elías

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Siempre ha habido transgresores. Diógenes el Cínico -contemporáneo de Platón, por cierto-, entre los filósofos, lo fue; Bocaccio y Baudelaire, en la literatura, otro tanto; Miguel Ángel, al prodigar en los muros de la Capilla Sixtina infinidad de figuras desnudas -cuyas “vergüenzas” fueron cubiertas con velos pudibundos por manos anónimas, a instancias de mentalidades pacatas-, lo mismo; Stravinsky, entre los músicos, ídem; Magritte, en las artes plásticas, por lo consiguiente; y así hasta el infinito… Heterodoxos, rebeldes, inconformistas, iconoclastas, transgresores -llámeseles como se prefiera-, no son, en absoluto, engendros demoníacos de nuevo cuño.

-II-

El tema, a ese respecto, es el “retrato” ecuestre de un Zapata desnudo, ostensiblemente afeminado -con cuerpo de mujer, de hecho-, calzado con zapatos de tacón en forma de cañón de pistola, que ahora mismo se exhibe en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Un “retrato” reñido con la tradicional iconografía de “El Caudillo del Sur”, y que generó reacciones que pasaron de las protestas airadas a las ofensas, las amenazas, las confrontaciones… más lo que se acumule esta semana.

En una esquina -¿la de los rudos…?-, organizaciones campesinas de Morelos e incluso algún descendiente directo de Zapata; en la otra -¿la de los técnicos acaso…?-, miembros de la comunidad lésbico-gay; en medio, en una posición que pretende ser neutral, quienes postulan la libertad absoluta como conditio sine qua non de la expresión artística.

-III-

La polémica remite a muchas otras ocurridas a lo largo de la historia. A nivel internacional, por ejemplo, el reciente caso del plátano pegado a una pared con cinta adhesiva, que fue vendido en 120 mil dólares, y cuyo adquirente engulló presuroso; a nivel local, el dibujo de Juan Diego, exhibido en el Museo del Periodismo de Guadalajara, con una reproducción de la célebre fotografía que lanzó a la fama a Marilyn Monroe -desnuda, obviamente- a guisa de tilma, y que algunos inconformes acudieron presurosos a destruir.

En nombre del arte, cuya razón de ser siempre ha sido generar una reacción placentera en el espectador, a partir de normas y preceptos (que, en efecto, han variado en el curso de la historia), como en nombre de la libertad, que al contravenir convenciones morales y sociales, de lastimar y aun ofender la sensibilidad -respetable, como todas- de las mayorías, puede degenerar en libertinaje, se han perpetrado aberraciones y cometido excesos al por mayor.

(Colofón: “Nada nuevo bajo el sol…”).
 

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