Podrán ser peras o manzanas -ya lo dirá el tiempo... (y poco habrá de vivir quien no se entere de su dictamen)-, pero la decisión de que regresen a las aulas, el próximo lunes 30 de agosto, “llueve, truene o relampaguee”, 33 millones de escolares en México, ya está tomada.-II-La medida, por lo demás, ha encontrado las previsibles opiniones encontradas: por una parte, respaldo de personas sensatas: desde mentores y sicólogos que estiman “conveniente” e incluso “necesaria” para la salud mental y la educación integral de niños y adolescentes la reanudación de las clases presenciales -suspendidas hace 17 meses a causa de la pandemia y sustituidas por la modalidad virtual, posible merced a los avances tecnológicos... aunque inaccesible para muchos educandos-, hasta funcionarios de prestigiosos organismos internacionales como la Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia).Por contrapartida, también ha habido voces discordantes: desde padres de familia que, en lo particular, califican la decisión de “autoritaria” por el riesgo de que se multipliquen los contagios de manera exponencial, hasta los dirigentes de asociaciones de padres de familia que sostienen que la gran mayoría de los planteles escolares -incluidos los colegios particulares-, en México, carecen de las condiciones sanitarias idóneas para una adecuada sanitización de los espacios y para el aseo y la higiene de los estudiantes.-III-En el entendido de que el año y medio transcurrido desde que la pandemia se manifestó como un fantasma atroz -aunque invisible- con el que debemos convivir continuamente y por tiempo indefinido, ha sido de aprendizaje continuado para toda la población -niños y adultos-, de las pautas, normas y protocolos de la llamada “nueva normalidad”, cabrá suponer que los estudiantes estarán más que familiarizados con las reglas que deberán respetar: la toma de temperatura; el uso del cubrebocas; las medidas que se impongan para conseguir el imprescindible distanciamiento social... Todas esas prácticas se han incorporado a sus rutinas.Más allá de la ventaja de que el impacto sanitario de los posibles contagios entre niños sería -al decir de los entendidos- mucho menor que entre los adultos mayores, vale recordar que, cuando se les explica claramente, los menores de edad entienden todo. Continuar en la escuela las prácticas que ya forman parte de sus hábitos, por lo demás, aunque estén viviendo experiencias que ni sus padres ni sus abuelos vivieron en sus años mozos, será parte de su formación como personas. (Así sea...).jagelias@gmail.com
