Viernes, 20 de Septiembre 2024

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- Macabros hallazgos

Por: Jaime García Elías

- Macabros hallazgos

- Macabros hallazgos

Hay una cifra más aterradora aun que la de las personas desaparecidas: la de los “macabros hallazgos”. En el primer caso, los familiares alimentan la esperanza de que su historia tenga un final, en lo que cabe, feliz: que la persona desaparecida por su propia voluntad recapacite y se reintegre a su familia; que si fue víctima de un secuestro, éste, de cualquier manera, se haya resuelto. En el otro, a la pena de la desaparición se suma el dolor de constatar que la historia tuvo el más atroz de sus posibles desenlaces; que ya no hay lugar para la esperanza...

-II-

Cuando los “macabros hallazgos” eran ocasionales, podían calificarse de hechos aislados. Al volverse recurrentes, y, sobre todo, al no reducirse a uno o dos cadáveres encontrados en una barranca, un camino vecinal, una callejuela desierta, un automóvil abandonado o un baldío de los suburbios de la mancha urbana, sino, como ha ocurrido en las “fosas clandestinas” descubiertas en lotes y aun en construcciones, de restos humanos correspondientes a decenas de víctimas -en la más reciente, en el fraccionamiento El Mirador II de Tlajomulco de Zúñiga, conurbado con Guadalajara, se llevaban contabilizados, hasta ayer, 104 cadáveres-, ya no cabe aludir a “hechos aislados”.

Se trata, forzosamente, de episodios vinculados entre sí. De crímenes en que las motivaciones deben ser similares -venganzas o “ajustes de cuentas” entre bandas de delincuentes- y en que los asesinos forman parte de los mismos grupos que han hecho del delito su modus vivendi.

-III-

Desde Lombroso -el padre de la criminología como ciencia- hasta los autores contemporáneos, hay coincidencia de que la mejor estrategia para combatir el delito como fenómeno social no pasa tanto por la represión, que de ordinario llega tarde y no ataca al fenómeno desde sus causas, cuanto por el conocimiento científico del crimen, de su génesis, su dinámica y sus variables; de las circunstancias del entorno social que lo favorecen, y -lo más importante, lo más eficaz- la aplicación de programas y estrategias orientadas a la llamada “prevención primaria”.

En nuestro medio, por desgracia, donde la aplicación de tales programas y estrategias es prácticamente nula, se cumple a cabalidad -la experiencia cotidiana lo demuestra...- la terrible sentencia de Caryl Chessmann (delincuente ejecutado hace 60 años en la cámara de gas de la prisión de San Quintín y autor de varios libros durante los 12 años de su encarcelamiento previo): “El criminal es un fruto perfecto de la sociedad en que surge”.

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