Por supuesto: era obvio que tomar medidas como las que en todo el mundo se tomaron hace 15 meses para tratar de reducir al mínimo los contagios del COVID-19, reportaría beneficios… pero también tendría costos.Reducir los contagios salvó vidas y evitó afecciones graves de salud a miles y aun millones de personas. Pertinentes como fueron, era asimismo previsible -aunque inevitable- que el confinamiento durante más de un año, afectara la salud mental y emocional de niños y adolescentes, principalmente, y que éstos mostraran “preocupantes síntomas de depresión o ansiedad”, como aseguró este miércoles el representante de Unicef en México, Christian Skoog.-II- “Encerrar a los niños en casa no ha sido buena idea; no lo es durante un día, menos durante un año o en estos casi 15 meses”, dijo Skoog a la agencia Efe. Lo prueban, entre otras, “señales de irritabilidad, ansiedad, depresión, estrés y falta de concentración”.Skoog no señala si había otra opción. Quizá no, porque el confinamiento de niños y adolescentes se aplicó en todo el mundo. En muchos países sigue vigente, y en algunos apenas se está levantando gradualmente.En todo caso, en México, según Skoog, “Ya había una crisis de aprendizaje y de educación antes de la pandemia, porque casi un 80% de los estudiantes de educación primaria contaba con niveles mínimos de competencia en lectura, escritura y matemáticas, de acuerdo con una evaluación de 2018".Además de que solo 5.1% de los hogares de nivel socioeconómico bajo disponían de una computadora y 7.7% tenían Internet, mientras en los de nivel socioeconómico alto 84.2% tenía computadora y 91.2% conexión a Internet, en los primeros hubo “un alto riesgo de abandono escolar” si los menores no lograban seguir las clases o no contaban con el apoyo necesario o si tenían que trabajar para contribuir al ingreso familiar. -III- Aunque las clases “a distancia” permiten mejorar los conocimientos tecnológicos de los menores, Skoog coincidió en que las clases presenciales y la interrelación con maestros y condiscípulos son fundamentales en su desarrollo intelectual y emocional.Colofón: Algo tendrá que hacerse para evitar que así como hace seis o siete décadas hubo “la generación talidomida” (los niños que nacieron con malformaciones gravísimas, a consecuencia de la ingestión, por parte de sus madres embarazadas, de medicamentos con talidomida, para combatir las náuseas y los mareos), no se hable, una vez que volvamos a la normalidad, de una “generación COVID-19” pródiga en secuelas negativas.jagelias@gmail.com