Por el afectuoso mote con que era conocido, cualquiera diría que se trataba de un payaso. Él mismo, sonriente, lo reconocía. Detrás del mote, sin embargo, se escondía un personaje que se ganó, en proporciones idénticas, el respeto -por su calidad de sacerdote y de maestro- y el afecto -por su don de gentes- de cuantos lo conocieron.-II-El padre Jesús Gómez Fregoso, “Chuchín”, jesuita, fallecido el sábado, consagró siete de las casi nueve décadas de su larga vida al sacerdocio, y más de medio siglo al magisterio, principalmente de Historia de México e Historia Grecolatina, tanto en el ITESO como en la Universidad de Guadalajara, a la que llegó con su flamante doctorado en historia por la Universidad de La Sorbona de París bajo el brazo. Ambas actividades, apasionada y amorosamente.Escritor, articulista y conferencista, prodigó su palabra, además de las aulas, en libros y medios de comunicación. Su prestigio profesional, su calidad humana y su elevado sentido de civismo le merecieron innumerables reconocimientos; entre otros, el nombramiento, por parte del Ayuntamiento de Guadalajara, de primer Fiscal Anticorrupción en Jalisco y en el país.A su muerte, quedó la duda de cuánto avanzó en la redacción de sus memorias, y si éstas saldrán a la luz. En lo que eso sucede, seguramente muchas de sus anécdotas serán difundidas en textos que lo recuerden.Una de ellas, la costumbre de participar en las elecciones, antes de que se concediera, en 1982, la ciudadanía a ministros de culto religioso...Alguna vez, al inscribirse en el padrón electoral, alguien objetó:-Pero usted, como ministro de culto, no tiene la calidad de ciudadano.-Yo no soy ministro de ningún culto -replicó-. Yo soy sacerdote de la Iglesia Católica, y la ley no señala nada al respecto.-III-“Chuchín” solía decir que “los placeres gastronómicos son señal de inteligencia”, y que en sus preces cotidianas pedía a Dios que le concediera “una buena digestión”. En la presentación de “La Historia Según Chuchín” -una recopilación de artículos periodísticos sobre historia de México, escritos (a la manera de José Fuentes Mares, de quien era admirador) con cierto desenfado-, protestó porque en la contraportada del libro pusieron una foto suya con una copa de cognac en la mano.-¡La única vez en la vida que lo hice, y tuvieron que publicar la foto...!-¡Hipócrita! -gritó una voz anónima.Una carcajada general y una sonora ovación rubricaron el acto.