No queda claro cuánto aporta en el cuaderno de cargos en contra de uno de sus antecesores -Felipe Calderón- o de los vicios, corruptelas y rezagos atribuibles a su administración, ni en qué medida lo convierte a él mismo -Andrés Manuel López Obrador- en el salvador de una Patria que estaba al borde del abismo, tratar de ridiculizar al primero llamándolo públicamente, en una de sus “mañaneras” de la semana pasada, sin más efecto inmediato que provocar las risotadas tanto de los que entendieron la pretendida ingeniosidad como de los que se sumaron al festejo porque los chistes del jefe tienen que celebrarse para no caer de su gracia, “el Comandante Borolas”.-II-El sobrenombre vino al caso porque, puesto a revisar el panorama de la inseguridad y la violencia rampantes en el país que ahora él gobierna, el interfecto aludió al que se ha convertido, desde la pasada administración, en el pecado capital por antonomasia de Calderón: la llamada “guerra contra el narco”.El reproche consiste en haber empleado ese vocablo, precisamente (“guerra”), para la batida que emprendió, inicialmente en su estado natal (Michoacán) para más señas, contra las formas más atroces de la delincuencia organizada -narcotráfico, secuestros, extorsiones…- y que generaron, como dijera José Manuel Mireles la semana pasada en La Huacana, una reacción que “no era la mejor, pero era la única que teníamos a la mano”: las ostensiblemente ilegales “autodefensas”.-III-A Calderón se le reprocha “haber apaleado el avispero”. Se dice que tratar de descabezar a los cárteles y demás grupos delincuenciales, generó entre ellos una pugna que terminó por multiplicarlos… Si se hubiera quedado cruzado de brazos, no le habría ido mucho mejor con sus críticos, ciertamente.La recriminación alude, según sus críticos, a que Calderón y sus colaboradores carecían de una estrategia que hubiera dado los resultados apetecibles en el corto plazo. Como dijo el mismo López Obrador la semana pasada, no se trata de dialogar -ni mucho menos negociar- con los delincuentes. La autoridad está para combatir al crimen; no para hacer concesiones al margen de la ley a los criminales. Y hay, ciertamente, una estrategia, de eficacia probada en los países que tienen los niveles de criminalidad más bajos en el mundo. Se reduce a tres aspectos: educación, trabajo y cultura.(Si hay otras fórmulas -como hay “otros datos”…-, ya nos lo hará saber el comediante autor de la gracejada que la semana pasada estuvo de moda).
