Por las mañanas, la ría de Bilbao, el largo cuerpo de agua que atraviesa la ciudad del mismo nombre, levanta una suave bruma que se extiende por las calles cercanas, creando un ambiente vaporoso que invita al paseante a caminar lentamente mientras ante sus ojos aparecen los edificios y casas de la ciudad. Conforme el sol nace y la niebla se disipa, las edificaciones circundantes van adquiriendo su forma real, pero hay una que invariablemente llama la atención de los paseantes. Basta observarla una vez para no olvidarla jamás: El Museo Guggenheim.El museo (abierto en 1997) no dejará de sorprenderte y mostrarte nuevos detalles conforme lo observes. Es en sí una obra artística que se levanta donde hace un siglo existía una vibrante zona de comercio naval, que modificó profundamente su rostro. La mente detrás del diseño es el legendario Frank Gehry, quien volcó en su construcción una genuina revolución artística.Sus formas curvilíneas y torcidas parecen emerger lentamente de la ría de Bilbao (en la zona de Abandoibarra), como si se trataran de las escamas de un pez. Revestido con planchas de titanio, cortinas de cristal y piedra caliza, recorrer su exterior nos brinda una experiencia cultural que anticipa lo que encontraremos al interior.Eso sí, antes de entrar, hay algunas esculturas y piezas que llaman la atención de los curiosos. Uno es “Puppy”, del artista Jeff Koons. De 12 metros de alto y revestido de 38 mil plantas naturales (muchas de ellas flores), recibe a los visitantes que se dirigen a la zona de acceso. Puppy es un West Highland White Terrier gigante que se pensó como una escultura temporal, pero gustó tanto que se quedó y terminó por convertirse en un icono del Museo y Bilbao en sí.Del otro lado, frente a la ría Bilbao, está “Mamá”, una araña de 10 metros de altura dispuesta de tal manera que la gente puede pasar entre sus enormes patas. Obra de Louise Bourgeois, representa a la figura materna, que lo mismo teje afecto que queda atrapado en él, en una inquietante composición.Si en el exterior llama la atención la ausencia de líneas rectas, su interior asombra por la amplitud de las salas y el ingenioso juego de ventanas que tiene el edificio para aprovechar la luz natural. Dividido en tres plantas, con 19 galerías y un atrio, inmenso espacio que recibe a los visitantes y cuyos ángulos y muros ascienden hasta dar la impresión de encontrarse en el interior de una flor en color blanco. Dicen que la primera impresión lo determina todo, y no dudes que el Museo Guggenheim de Bilbao terminará por enamorarte.Cada una de las galerías cuenta con formas diferentes, desplegando tanto colecciones permanentes como temporales. Sobre éstas últimas, si vas entre este mes y hasta mediados de enero de 2024 encontrarás una dedicada a la faceta escultórica de Picasso, titulada “Materia y Cuerpo”.En la tercera planta del museo actualmente se despliegan las exposiciones de la japonesa Yayoi Kusama (“Sala de espejos del infinito” y del ghanés El Anatsui, “Mar creciente”), ambas espectaculares.Dentro de las colecciones que le pertenecen al Guggenheim Bilao destacan “La materia del tiempo” de Richard Serra que ocupa una de las salas más grandes del piso inferior y muestra lo voluble de espacio, el tiempo y el metal. Otros imperdibles (en el tercer piso) son los “Tulipanes” de Jeff Koons con su aspecto brillante y metálico; además del mensaje universal y electrónico de “Like Beauty in flames” de Jenny Holzer, que se encuentra apenas entres al museo.El Guggenheim Bilbao es uno de esos museos por los que bien vale la pena cruzar el océano. Cada kilómetro recorrido se paga con las sorpresas sensoriales que regala este edificio apenas se despliega en el horizonte, mostrando que el arte y la cultura no están encadenadas a recintos de arquitectura clásica y tampoco tienen por qué ser aburridos. Sobre este recinto se han escrito miles de palabras, sin embargo, todas se quedan cortas. Recorrer sus pasillos y dejarse sorprender son mejores testimonios que cualquier palabra leída. Al final, el Guggenheim como Bilbao son experiencias que se descubren y no se olvidan jamás.Por su maleabilidad y capacidad de resistir a la oxidación, el titanio fue elegido sobre otros metales para revestir con 42 mil 875 placas el Museo Guggenheim. El único problema era su precio, pues es uno de los más caros del mercado.Durante la construcción del recinto, a finales de la década de los años noventa, hubo un golpe de suerte que iba a facilitarle el trabajo (y el presupuesto) al proyecto: Rusia, principal proveedor de titanio, bajó espectacularmente el precio del metal debido a una inusual sobreproducción. Este hecho fortuito terminaría por darle el empujón definitivo al proyecto.LO BÁSICOLa forma más cómoda de llegar desde Guadalajara a Bilbao es vía aérea. Aeromexico ofrece el vuelo sin escalas entre nuestra ciudad y Madrid, la capital de España y luego llegar a esta metrópoli de País Vasco con una línea aérea que con la que tenga alianza, lo que permite viajar y recoger la maleta hasta el destino final.Los boletos para el museo los puedes adquirir en https://tickets.guggenheim-bilbao.eus/es/. La entrada general es de 13 euros, unos 242 pesos mexicanos al tipo de cambio actual. El museo tiene un horario de 10:00 a 19:00 horas durante invierno.