“La cofradía de las viudas” (Planeta/ Martínez Roca, 2022), de la narradora mexicana Mónica Hernández, es una novela que puede calificarse como un thriller histórico que, basado en personajes reales, nos cuenta una historia de mujeres verosímiles que, en el México del siglo XVII, lograron -con ingenio y valor- superar impedimentos y prejuicios, mantener una influencia determinante y a la vez soterrada en la vida de la Ciudad de México, una historia que hasta hoy no se había contado.En este sentido, la escritora asegura que “hace cuatro o cinco años, encontré un tweet que mencionaba a Paula de Benavides viuda de Calderón como impresora novohispana de 1640 a 1685; y me intrigó porque se supone las mujeres no podían tener oficios en la Nueva España en esa época, pero se nos olvida que tenemos 200 años de ser México pero fuimos tres siglos la Nueva España y en ese lapso pasaron muchas cosas”.Al buscar a su personaje en archivos históricos, Hernández se dio cuenta que llegó a haber 12 nombres de viudas de impresores, de existencia probada documentalmente, entre ellas Paula y su familia, que administró el negocio por más de 150 años; “ahí supe que había una novela en esto, eran personajes que nadie había sacado a la luz”.Ayuda en comunidadAsí, con los nombres a mano y “después de leer muchos libros de la época, el registro de que existieron”, lo que halló la autora al final es que la impresora protagonista fue “muy lista, y me inventé una historia sobre qué habrían debido hacer estas mujeres para conservar su negocio y poder imprimir, ser ‘libres’ en una época donde no lo eran”.De acuerdo con Hernández, “los escritores debemos ser mentirosos, pero muy creíbles; así, lo que me busqué fue una explicación lógica para su existencia y continuidad, y mi conclusión fue que se mantuvieron porque se ayudaron. Porque los seres humanos no somos ajenos a los sentimientos de celos, envidia, amor, desencanto, y cada personaje tiene su personalidad pero encuentran un punto en el que les conviene ayudarse, como toda comunidad”.Esta evidencia de “sororidad”, establece la narradora, “creo que ha existido siempre; las cofradías funcionaban en esa época como cajas de ahorro, y por eso se autorizaban por las autoridades eclesiásticas y civiles. Si se traslada esto al día de hoy, las ‘tandas’ son un ejemplo de lo que digo, si actualmente se hace ¿por qué no iba a suceder entonces?”.Pasado explica presentePara Hernández, “la historia me gusta mucho porque creo que explica mucho del presente y el futuro; hay huecos en la Historia con mayúscula porque se basa en hechos comprobables, pero siempre faltan los hechos del día a día, por eso me agrada escribir novelas. Y de la novela histórica me encanta que, para mí, es un viaje en el tiempo, y aspiro a que así se aprecie”.Y en este contexto, explica la autora, “el trasfondo político de la época me ayudó muchísimo para explicar” lo que le sucede a Paula, la protagonista, “porque cuando llega el virrey Palafox, de familia portuguesa, implicaba peligro para la Nueva España, que estaba envuelta en intrigas (como ahora nosotros), y creo en esa época les afectaba todo eso, decisiones del poder que nos tocan directamente, y si conociéramos más esas historias quizá comprenderíamos mejor estos días”.El ojo en los plieguesDe este modo, “es gracias a la novela histórica que podemos imaginar y comprender mejor los procesos actuales”, comenta Hernández, “creo que si la historia nos la contaran así, la entenderíamos de otra forma. En la actualidad, la hacen árida y aburrida, y es detestable, lo mismo que memorizar fechas y nombres de personas o lugares, así no se le saca jugo; si nos la relataran como chisme, otra cosa fuera”.Por ello, sostiene la autora, “estamos muy sesgados en cuanto a cómo interpretamos la historia del país; por lo menos deberíamos atender y tener acceso a más fuentes”. Así las cosas, aspira la narradora a ser “una escritora, y si algo se requiere es ser un gran lector, yo lo he sido desde muy pequeña; y si bien me dediqué por mucho tiempo al marketing y la administración, he asistido por años a talleres”.Y Hernández concluye: “escribir es casi un instinto primitivo, yo no sabría hacer otra cosa. Es como comer, dormir, respirar; y el arte en general es así. El tema, para mí, es encontrar las historias perdidas en los pliegues, y para la novela histórica eso es inagotable. Hay quien me dice que tengo buen ojo para detectar historias raras. Al final, lo importante es disfrutarlo”.