El fado es una de las más grandes cartas de presentación de Portugal. Este género de canto típico de Lisboa tiene sus orígenes en el siglo XIX, con un esplendor vivido en el siglo XX y un renacimiento en los dos últimos decenios.Manuela Júdice, directora de la Casa de América Latina en Portugal y comisaria de Portugal como país invitado de honor en la FIL, platica sobre esta manifestación enlistada por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad: ''Hay distintos caminos del fado. Hay un árbol común para todos, y después hay esos distintos caminos. Hay un fado que era cantado en los salones aristocráticos, y sigue habiendo algunos fadistas, cantantes de fado contemporáneos que siguen esa línea. Hay otro fado que es un fado más intelectual, que va a buscar las raíces, los temas tradicionales, las composiciones tradicionales. Y hay un fado de los barrios: es gente muy popular que creció oyendo estas melodías en las calles de su barrio, oyendo los poemas, los dichos tradicionales que brincan muchas veces con el cotidiano, con los amores desgraciados, por veces con cuestiones políticas''.Para el gusto de los melómanos, la presencia de Portugal en la FIL incluye una buena selección del fado, con varios representantes de las diferentes ramas de este árbol: ''Para dar una idea de todos los caminos que puede tener el fado… Camané es una línea que va a sacar las raíces eruditas del fado, que es muy bien ejecutado: es el fado tradicional de calidad. Buenos poemas, mezcla autores muy tradicionales con autores más contemporáneos. Vamos a llevar a Kátia Guerreiro, que también utiliza poemas de autores contemporáneos, pero sigue una línea más popular, lo que nosotros decimos 'el fado de las familias'''.Desde los noventa hay un auge del fado en Portugal, pero la historia se remonta a la segunda mitad del siglo XX, con el fin de la dictadura: ''Al seguir la ‘Revolución de los Claveles’ (1974) mucha gente asociaba el fado al antiguo régimen, y la gente se apartó del fado: ‘no vamos a seguir con esas tradiciones de Salazar, vamos a quebrar con eso’. Pero nunca en los barrios, nunca la tradición se quebró. Camané (nacido en 1966) era muy jovencito cuando fue la revolución, empezó a cantar en los concursos de fado de su barrio: no era en secreto, pero no querían aparecer. No estaba en los palcos, en los foros: estaba en los barrios. En los años noventa todo cambio: Carlos do Carmo y todos los autores y cantantes que nacieron a su alrededor, otro fue João Braga, un cantante del fado aristocrático, sacó de las iglesias jóvenes que cantaban en los coros para cantar fado''.El barrio de Alfama, en Lisboa, ha sido uno de los centros del género: ''Había una señora aristócrata, Teresa Siqueira, que llevaba una casa de fado. Su hija es Carminho, que aquí empezó como cantante en los años 1998 o 2000, con 14 años cantando en una casa de fado''. Otra cantante contemporánea con éxito comercial es Mariza: ''Es de origen de Mozambique. Mariza empezó a cantar en las calles''.Para Manuela, una diferencia en la actualidad es la preparación: ''Hoy hay muchos jóvenes, muy buenos, que traen la tradición y traen también conocimientos musicales: mientras la gente popular cantaba espontáneamente''.Júdice comentó que la declaratoria de la Unesco del fado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad fue un largo camino recorrido con los cantantes clásicos y los contemporáneos, a la par de las gestiones recientes de los alcaldes de Lisboa y el gobierno nacional.La comisaria de Portugal también resaltó el aporte de Carlos Saura, que con su cinta ‘Fados’ impulsó el conocimiento del género fuera de las fronteras portuguesas: ''La película de Saura fue muy importante para lograrlo, como lo había sido para lograr que el flamenco fuera patrimonio''. Un papel importante tuvo también el Museo de Fado, quienes trabajaron la candidatura frente a la Unesco.