El libro “Toda la soledad del centro de la Tierra” comienza con la voz de un niño contando su entorno, una población incierta al Norte de México; continúa con el contrapunto en verso que narra lo que ha ocurrido para que la desolación arrecie en las calles. La nueva novela del poeta y narrador Luis Jorge Boone se publicó dentro del catálogo de Alfaguara en enero. Vía telefónica, el autor platicó sobre el libro y los temas que circundan con su prosa: “Lo primero que tuve fue la historia; cómo se podía contar llegó después. Tuve esta idea de contar una historia no contada desde hace mucho tiempo. Lleva sucediendo en el país desde hace mucho, pero no se cuenta: estos pueblos ocupados por el crimen organizado, que de pronto están en un arrasamiento, una masacre que les cambia la cara y la existencia. Se me ocurrió contarla desde dos fuentes: primero la historia del niño protagonista, el Chaparro”.El punto de vista del niño y su inocencia permite mostrar la doble característica de un acto: jugar a las escondidas todo el día, algo que la abuela le prohíbe tras esconderse por varias horas. Para el autor, explorar esta voz narrativa “fue un reto: cuando uno toma las decisiones y tiene la voz del narrador parece que se facilitan las cosas para escribir la novela entera, pero de pronto son retos interesantes que ponen en juego la habilidad y el desarrollo de cosas distintas. Nunca había narrado desde la voz de un niño. A lo mejor en algún cuento, pero eran otras experiencias distintas. Narrar esto desde ese personaje fue un reto, pero las cosas que buscaba no eran fáciles: retratar esa realidad, conservar la humanidad, no irme a lo muy lírico ni tampoco a lo muy explícito (sino darle su justo medio). Tomé decisiones para equilibrar la narración”.Sobre la estructura con la voz del niño y los versos, Boone agregó: “Con ese personaje conté la inocencia, un poco el lugar donde lo humano, lo que somos: la capacidad de creer que existe algo más, que hay un sentido y que en el mundo deber haber un lugar para él. Por el otro lado las otras partes, las secciones en verso o versículo: cuentan unas cosas mucho más brutales y desgarradoras desde el principio. No pienso que podrían contarse de otra manera, más abigarrada, para no caer en el tremendismo o sensacionalismo, en la descripción de la violencia absurda o regodearse en ello. De lo que se habla es del dolor, de las víctimas. No tanto de los actos de violencia, sino de las consecuencias de estos actos: el contraste me lo dio la prosa y el verso. Pienso que el verso es también un vehículo de narración”.Además del desierto, las ciudades y los pueblos, dentro de la novela está la mención de los espacios, en ocasiones de manera velada pero siempre con un carácter simbólico del espacio: “Creo que todos estos fenómenos de la violencia y el crimen, la migración, los abandonos y las heridas que se dejan en los pueblos cambian totalmente la cara y el alma de los lugares. Esos cambios es importante contarlos, regularmente se cuenta lo grandilocuente, lo espectacular. Estas cosas no hablan de las pequeñas historias, esas son las que nos dicen cómo cambia un pueblo, cómo se modifica la relación de la gente con el paisaje, con su propia vida, con su actividad, cómo cambia el alma de los lugares”.El libro abre con un par de epígrafes: Inés Arredondo y José Revueltas. A propósito de los otros autores y las influencias en la lectura y escritura, el escritor dijo: “Siempre he considerado que quienes me abrieron los ojos para ver como material literario el desierto mexicano, al territorio de Monclova y los alrededores fueron Daniel Sada y Cormac McCarthy, cada quien desde su escritura y su reinvención y apropiación del paisaje lo que hicieron fue crear una patria literaria para mí. Me levantaba a diario viendo ese tipo de paisajes, pero nunca lo había leído: leerlo es una cosa diferente. Es una enseñanza. Empezaría por ellos. Inés Arredondo, para mí es la mejor cuentista mexicana, y Revueltas, que también tiene estos escenarios y las historias de pueblos tomados, gente atrapada, de estas guerras muy localizadas, que se dan en ciertas regiones y en cierta parte de la historia de México y que ahora parece que se repite de alguna manera”.En cuanto al resto de su obra y su relación con este este libro, Luis Jorge comentó: “Siempre quiero que mis libros sean distintos. Había escrito libros de cuentos más breves, y de pronto escribí uno de 300 páginas, ‘Figuras humanas’. En la novela ‘Las afueras’ tardé más de seis años, en esta novela no quise tardarme ni la mitad: tenía que ser algo muy concentrado, muy puntual. En la cuestión del paisaje, los personajes, el tipo de escenarios que salen, la ciudad, el pueblo, todo eso sí lo había tocado pero no de esta forma. Me gusta que las novelas tengan una estructura rica, por eso para hacerlo tomo prestado cosas del cuento, de la novela, del poema. Un libro ayuda a escribir los demás, se pueden relacionar de cierta manera”.Luis Jorge Boone presentará su nueva novela en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, en las próximas semanas en la Ciudad de México. En el mismo encuentro literario participará en otro par de mesas sobre poesía.LEE MÁS CONTENIDOS DEL SUPLEMENTO TAPATÍO CULTURAL, CUADERNO DE LECTURA