
La magia de Ravel revive en una noche en el Conjunto Santander
Uno de los momentos más sublimes de la noche llegó con la interpretación de Daphnis et Chloé, la obra maestra de Ravel inspirada en la novela griega del siglo II d.C

La noche del sábado, la música del compositor francés resonó con una majestuosidad que envolvió a los asistentes en un viaje sonoro a través de sus obras más emblemáticas. EL INFORMADOR/ A. Navarro.

La noche del sábado, la música del compositor francés resonó con una majestuosidad que envolvió a los asistentes en un viaje sonoro a través de sus obras más emblemáticas. EL INFORMADOR/ A. Navarro.

La noche del sábado, la música del compositor francés resonó con una majestuosidad que envolvió a los asistentes en un viaje sonoro a través de sus obras más emblemáticas. EL INFORMADOR/ A. Navarro.

La noche del sábado, la música del compositor francés resonó con una majestuosidad que envolvió a los asistentes en un viaje sonoro a través de sus obras más emblemáticas. EL INFORMADOR/ A. Navarro.

La noche del sábado, la música del compositor francés resonó con una majestuosidad que envolvió a los asistentes en un viaje sonoro a través de sus obras más emblemáticas. EL INFORMADOR/ A. Navarro.
La Sala Plácido Domingo del Conjunto Santander de Artes Escénicas fue el escenario donde la Orquesta Solistas de América, bajo la dirección del renombrado maestro japonés Scott Yoo, ofreció una velada sublime en honor a los 150 años del natalicio de Maurice Ravel. La noche del sábado, la música del compositor francés resonó con una majestuosidad que envolvió a los asistentes en un viaje sonoro a través de sus obras más emblemáticas.
Minutos antes de las 20:00 horas, el público comenzó a llenar la sala. Rostros expectantes, conversaciones en voz baja y una elegancia palpable en el ambiente marcaban la ocasión. La cita no solo era con la música, sino con la historia misma, con el legado de un hombre cuya obra ha trascendido generaciones.
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Con la luz tenue y el silencio apoderándose del recinto, los primeros compases dieron inicio a un programa que no solo celebraba la genialidad de Ravel, sino que también ofrecía una interpretación impecable de su estilo refinado y evocador.
Scott Yoo, con su presencia firme y su dirección precisa, se adueñó de la orquesta con una elegancia natural. No era un concierto cualquiera. Yoo, director artístico de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y del Festival Mozaic, dejó claro desde el primer instante su admiración por Ravel y su capacidad para transmitir la esencia del impresionismo musical.
Su batuta dibujó paisajes sonoros que transportaron a los presentes a un mundo de sutileza y dramatismo, de armonías etéreas y estructuras exquisitas. Cada gesto suyo guiaba a la orquesta con una claridad que hacía de la música algo casi tangible, como si las notas flotaran en el aire antes de desvanecerse en la penumbra de la sala.
Uno de los momentos más sublimes de la noche llegó con la interpretación de Daphnis et Chloé, la obra maestra de Ravel inspirada en la novela griega del siglo II d.C. La orquesta narró con sonidos el romance de los jóvenes pastores protagonistas, uniendo lirismo y dramatismo en una ejecución que dejó sin aliento a los asistentes.
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Las cuerdas trazaban la dulzura del amor naciente, mientras los metales y la percusión anunciaban las dificultades de su historia. La pieza, considerada una de las más bellas del repertorio de Ravel, encontró en Scott Yoo un intérprete apasionado, capaz de resaltar cada matiz de su riqueza sonora.
Y entonces llegó el momento más esperado: Bolero. Desde el primer redoble del tambor, la atmósfera se transformó. La pieza, construida sobre un patrón rítmico inalterable, creció en intensidad con cada instrumento que se sumaba a la melodía.
El público, inmóvil, absorbía cada variación melódica con una mezcla de asombro y reverencia. La progresión hipnótica de la obra fue llevada con maestría por Yoo y la orquesta, logrando un progresión que culminó en un final apoteósico.
La noche terminó con el aplauso unánime de un público que no solo había escuchado a Ravel, sino que lo había sentido en cada nota, en cada respiración de la orquesta, en cada movimiento de la batuta de Scott Yoo.
NA
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