El Proyecto Templo Mayor vino a transformar y materializar lo que sólo se conocía por fuentes históricas. Han sido varios los descubrimientos que dieron nuevo rosto al imperio mexica y en la actualidad hay mil 200 publicaciones alusivas, han visitado sus exposiciones 18 millones 500 mil personas y se exploraron 235 ofrendas, en 40 años de investigación y tres décadas de ese museo, refiere el investigador Eduardo Matos.En un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se señala que cuando Coyolxauhqui “despertó” de un letargo de 500 años, pareció regurgitar la frase contenida en los Memoriales de Culhuacán: “En tanto que permanezca el mundo no acabará la fama y la gloria de México-Tenochtitlan”.La reaparición de la diosa lunar en 1978, motivó la resurrección del Templo Mayor, desde entonces los científicos, arqueólogos, antropólogos, historiadores y conservadores han revelado lo que dio prestigio a la cuna de la civilización mexica. El Proyecto Templo Mayor (PTM), del INAH, transformó y materializó lo que prácticamente sólo se conocía por crónicas históricas. Además se generó tal expectativa que el museo superó en su primer año la cifra de asistencia del Museo Nacional de Antropología.Al profesor Eduardo Matos Moctezuma, autor intelectual del PTM, le gusta evocar este récord, pues se estima que en 30 años de puertas abiertas, ha recibido a cerca de 18 millones 500 mil visitantes y es probable que esta cifra tenga un aumento significativo tras la reciente apertura del nuevo vestíbulo al sitio arqueológico y de la exposición conmemorativa “Revolución y estabilidad” que integra, como alfa y omega, las cuatro décadas del PTM y el 30 aniversario del museo.Recapitula el profesor lo que representó para la academia, pero también para la memoria colectiva, la creación de un proyecto que arrancó el 20 de marzo de 1978, una vez que las cinco ofrendas en torno a Coyolxauhqui fueron excavadas por un equipo de salvamento arqueológico.Las excavaciones frente al Templo Mayor para establecer el nuevo acceso a la zona arqueológica —refiere Matos Moctezuma—, dieron lugar a la ubicación de una serie de vestigios “impresionantes”. El Cuahxicalco, lugar donde se realizaban las exequias de algunos soberanos mexicas; una especie de arriate que sigue conteniendo los restos de un árbol que debió considerarse divino, y un piso de lajas con símbolos de la Guerra Sagrada, preceden ahora el recorrido por el sitio.