Las raíces no cambian para Antonio de La Muela y aunque llegar a México permitió darle un giro a su visión pictórica, este artista español se ha consagrado como un referente creativo en Guadalajara, ciudad que sin dudarlo lo arropó y le ha permitido fortalecer y explorar su obra desde distintas perspectivas.Siendo el séptimo de ocho hijos de un matrimonio encabezado por un médico militar y una pintora aficionada, Antonio de La Muela comenzó a forjar su carrera desde la infancia al quedar asombrado por las grandes obras que han marcado a la historia del arte. La facilidad para conocer los tesoros del Museo del Prado fue clave para tener de frente a “Las meninas” de Diego Velázquez, por ejemplo.“La pintura siempre fue cercana, mi madre era pintora aficionada y me lo inculcó. Creo que decidí ser artista por las visitas al Museo del Prado con mi madre; me atraían mucho los grandes retratos de la pintura clásica. ‘Las meninas’ me habían inquietado bastante con sus claroscuros, siempre me quedé muy seducido por los enanos, los bufones de Velázquez, por los ‘hombres de placer’, también de los retratos de Isabel Clara Eugenia. Por ahí empecé a empezar el retrato como medio de expresión”.Antonio ha transitado por diversas inquietudes, escuelas, conceptos y técnicas, motivación que fue acuñándose al adentrarse más a la vida de los grandes pintores, de ese interés por conocer cuáles son también otros factores que influyen en la creación y no solo remitirse al arte hecho en serie.“La visión que tenía del mundo del artista era muy simplona y romántica, del artista como un ser bohemio, creador solitario, y eso es un estereotipo, pero poco a poco investigué y me quedé con la idea de artistas como Rubens, polifacético, buscando siempre mercados a través del grabado, de la promoción de su obra, o la inquietud de Velázquez cuando fue nombrado caballero, o la búsqueda de Bernini como arquitecto. Empiezo a ver el mundo profesional del artista muchísimo más rico, no solo volcado en la manufactura por hacer una pintura correcta, sino idear y llevarlo a cabo”.En noviembre de 2019, Antonio de La Muela formuló “Teogonía”, exposición que considera manifiesta las experiencias y aprendizajes que ha conseguido desde su llegada a México becado por la Secretaría de Relaciones Exteriores.Dejar España tras 45 años no fue un dilema para Antonio, y pese a que en su tierra natal el prestigio de su obra era evidente y reconocido hasta en la trinchera de la docencia, el afincarse en Guadalajara ha sido clave para dotar de nuevos respiros a su creatividad, a no solo alimentarse de la belleza tradicional de la ciudad, pues las diferencias sociales que muestra la “otra” Guadalajara, también le han alumbrado nuevas pinceladas a su quehacer pictórico.“Haberme quedado en España hubiera sido lo más aburrido o correcto, y a lo mejor mi pintura seguiría igual: aburrida y correcta, no me hubiera llevado a investigar más, lo que había aprendido me daba una base, pero quería ser más valiente (…) México ha sido como una purga para mí, que te hace moverte, fui por retratos más personales, que trasciende, que no solo es del individuo, sino de la sociedad con capas sociales tan marcadas, esa idea no la tenía de México en España, y retratar todo eso, otras realidades, eso ha sido México para mí”.Las transformaciones de Antonio de La Muela no solo se expresan en el resultado final de sus obras, explorar las técnicas y materiales ha sido clave para generar nuevas apreciaciones, por ejemplo, a través del temple al huevo (técnica en la que el huevo se usa como aglutinante, mezclado con pigmentos), entre otras.“Yo tenía un estilo definido en España, bastante correcto, y cuando me invitan a esta beca en México fue empezar de nuevo. Empecé a investigar, lo más importante no es tener una habilidad, sino saber ver y valorar la luz. Saber ver me sirvió para desarrollar más el temple y meter nuevos materiales y lenguajes dentro de lo que era mi pintura clásica”.La diversidad de espectadores es algo que atrae a Antonio de La Muela, desde aquellos especializados y sumergidos totalmente en el arte y sus distintas expresiones, hasta de aquellos distantes a la plástica que le permiten descubrir las diferentes detonaciones que una obra pueden causar a primera vista.“Creo como artistas ante la sociedad como una bisagra, unimos a varios mundos. Mi relación con los profesionales, que están en constante movimiento con la lectura, con la crítica, con el arte, es normal, porque también pertenezco ahí, quizá me agota un poco, pero me gusta cuando conozco a alguien que no tiene nada que ver con ese mundo y que te dicen que no entienden la pintura, me gusta que se esa espontaneidad que tienen puedo sacar cosas nuevas”.En este sentido, desde su trinchera como docente, Antonio de La Muela recalca su pasión por hablar de arte con diversos talleres -en escuelas o privados- en los que recorre la historia sin divisiones tradicionales.“Siempre propongo no ubicar un movimiento artístico, enfocarme en solo hablar hoy del barroco y mañana del neoclásico, porque todo es una cadena histórica, todo arte surge en una sociedad y toda sociedad va buscando un arte o imagen para verse; a ese público que no está tan conectado me gusta hablarle, demostrarle que también pueden valorar al arte y disfrutarlo, hay que ayudar a ver”.