“Seguir a Cristo cargando con la cruz”
La cruz del cristiano, debe ser la que él mismo elige como forma de vida. Debe buscarla y asumirla, nadie se la puede imponer
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA
Zac 12, 10-11; 13, 1.
«Esto dice el Señor: "Derramaré sobre la descendencia de David y sobre los habitantes de Jerusalén, un espíritu de piedad y de compasión y ellos volverán sus ojos hacia mí, a quien traspasaron con la lanza. Harán duelo, como se hace duelo por el hijo único y llorarán por él amargamente, como se llora por la muerte del primogénito.
En ese día será grande el llanto en Jerusalén, como el llanto en la aldea de Hadad-Rimón, en el valle de Meguido".
En aquel día brotará una fuente para la casa de David y los habitantes de Jerusalén, que los purificará de sus pecados e inmundicias».
SEGUNDA LECTURA
Gal 3, 26-29.
«Hermanos: Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, pues, cuantos han sido incorporados a Cristo por medio del bautismo, se han revestido de Cristo. Ya no existe diferencia entre judíos y no judíos, entre esclavos y libres, entre varón y mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, son también descendientes de Abraham y la herencia que Dios le prometió les corresponde a ustedes».
EVANGELIO
Lc 9, 18-24.
«Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
Él les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?" Respondió Pedro: "El Mesías de Dios". Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día".
Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: "Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará"».
“Seguir a Cristo cargando con la cruz”
La pregunta introductoria que Jesús hace a sus apóstoles para iniciar el diálogo es: ¿quién dice la gente que soy yo? Ya conocemos la respuesta, Jesús debería ser, según la gente, cierto antiguo personaje importante que ahora resucitaba para que el tiempo mesiánico brotara de una vez por todas.
Pero la pregunta que hace Jesús a sus discípulos es, de alguna manera, la pregunta que siempre hizo la Iglesia mirando a su alrededor: ¿qué se piensa en el mundo sobre Cristo? ¿Qué se opina de él en un país cristiano por tradición?
La respuesta es interesante, teniendo en cuenta que en gran medida la imagen que los hombres tengan de Jesús proviene de nuestra fe y de nuestro testimonio, por tanto, preguntémonos: ¿cómo creen que es Jesús quienes nos ven a nosotros como cristianos, es decir, como seguidores de Jesús?
De aquí se desprende la pregunta que tarde o temprano ha de escuchar la misma Iglesia y cada cristiano: y ustedes ¿quién dicen que soy yo? Y se levanta Pedro, la expresión de una fe aún incipiente e inmadura, quien responde más con el corazón que con los labios: Tú eres “el Mesías de Dios”.
Una vez más Jesús se deja conocer como el Mesías y quiere que los discípulos se convenzan realmente de lo que significa su persona. El evangelista desea insistir en el Mesías y en lo que éste debe ser, según el plan de salvación que Dios ha trazado desde siglos. “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho…”. En la vida de Cristo, todo es realización del plan de Dios.
Pero si el Mesías tiene que sufrir mucho, debe también resucitar. Todo el misterio pascual de Jesús, por consiguiente, está anunciado aquí. En adelante, los apóstoles ya conocen el itinerario de Jesús. El acto de fe de Pedro en nombre de los apóstoles y la consiguiente predicción detallada del misterio de muerte y de resurrección que debe llevar a cabo el Mesías desembocan en la norma de conducta de todo cristiano: seguir a Cristo, tomar su cruz cada día. Quien quiera salvar su vida, la perderá; se trata de perder la vida para salvarla… Es la locura de la cruz de que hablará San Pablo.
La cruz del cristiano, debe ser la que él mismo elige como forma de vida. Debe buscarla y asumirla, nadie se la puede imponer.
Tiempos de sumar y multiplicar, no de restar y dividir
Las lógicas de economías geopolíticas que administran miedos y odios nos llevan a operaciones básicas y arcaicas de restar y dividir, ejemplos de ellos son países, pueblos y personas divididas, enconadas, en polarizaciones enraizadas e irracionales; en el cristianismo tales prácticas no tienen cabida. Sumar y multiplicar son cualidades centrales del seguidor de Jesús. Sumar y multiplicar son signos distintivos de la Vida en Cristo.
Hoy la invitación es ser y hacer signo eucarístico (vivir vivos en Cristo), es caminar en los pies de la compasión y la solidaridad (perdón y reconciliación) que visibilizan que Dios-Amor nos habita y nos faculta para ser personas que generosamente se comparten con las demás personas, practican el perdón de lo imperdonable y la reconciliación más elevada en la común-unión: con, desde y a pesar de nuestras diferencias poder sentarnos a una misma mesa donde priva el diálogo fraterno, respeto y acuerdo de convivencia en habitabilidad pacífica.
En la Eucaristía se manifiesta el mensaje central de la Vida en Cristo, vivir vivos en el Amor y extender el signo a la vida en lo cotidiano requiere de operaciones, de buenas prácticas que lo expliquen y es hacer lo mismo que hizo Jesús.
Hacer lo mismo que hizo Jesús es dar cuenta de quiénes somos y sobre todo quién es Él. Es muy fácil hablar, enunciar sobre quién es Jesús, es común leer y escuchar que es nuestro amigo, soporte, salvación, redentor y más conceptos e ideas sobre Él; sin embargo, somos tantas las personas seguidoras de Jesús y la realidad nos interpela al ponernos frente a frente que podemos hablar de Él, pero no hemos podido vivir como Él, hacer lo mismo que Él hizo: incluir, perdonar, curar y compartir (Andrade, B. 2002), cuatro expresiones urgentes en estos tiempos donde se resta, se divide, se polariza, se denuesta y denigra a la persona humana en las formas más grotescas y crueles. Hoy son tiempos de sumarnos y multiplicarnos en la construcción de Paz sostenible y duradera para todas las personas en esta Nuestra Casa Común.
Javier Escobedo, SJ - ITESO