Las mujeres en la charrería, cada vez más presentes
El Millonario, uno de los concursos de charrería más importantes de Jalisco y de toda la República, se celebra desde ayer y hasta el 2 de septiembre en el Rancho Santa María (en Tlajomulco) y, aunque el campeonato lleva más de veinte años ejecutándose, apenas este año la escaramuza del rancho hará su debut. Si bien este dato puede hacer creer que la participación femenina en la fiesta charra es insignificante, lo cierto es que la presencia de la mujer ha aumentado considerablemente en este ámbito. Así, según la delegada estatal de escaramuzas de Jalisco, Silvia Yáñez, actualmente hay en el Estado 59 escaramuzas federadas, mientras que hace diecisiete años -fecha de los datos más antiguos disponibles- había simplemente 11 equipos registrados en esta Entidad. Nuestro Estado es hasta este momento el de mayor número de participantes de todo el país, que en total cuenta con 505 escaramuzas federadas.
Mariana Bañuelos es dueña del equipo y nieta e hija de los fundadores del concurso El Millonario. A sus 22 años, hará su debut, aunque se montó por primera vez en el caballo a los cinco años. En un inicio, su papel fue simplemente el de reina del equipo de charros de su papá. Pero lo dejó a los once, después de que su hermano fuera pateado por un caballo que le fracturó la cadera. Tras ese accidente, el mundo de los caballos comenzó a interesarle menos, a tal punto que lo abandonó temporalmente. Años después, su afición por la charrería regresó y fue así como hace un trienio, después de una presentación en honor a su abuelo, decidió, junto con su prima, crear un equipo de escaramuza. “Cuando digo que mi familia es charra y que yo practico el deporte, me dicen que si somos los de la cuerda que hacen trucos, y yo les digo: ‘Pues no somos magos’. Hay comentarios así y, siendo mexicanos, es triste que no sabemos de qué se trata nuestra cultura ni nuestro deporte nacional”, comenta la Adelita.
A pesar de que la charrería es considerada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2016, así como una de las prácticas más representativas de México, ni siquiera hay una noción de la vestimenta. “Hay mucho desconocimiento del traje típico; por ejemplo, la gente no sabe distinguir entre un mariachi y un charro, o nos ven vestidas de Adelita y te dicen: ‘Vas a bailar en el folclore’”, explica Perla Azucena López, entrenadora del equipo Rancho Santa María y parte de la escaramuza Las Margaritas desde hace más de trece años.
En el ámbito femenil del arte ecuestre mexicano el desconocimiento aumenta. En un principio, era exclusivo para hombres. Éste comenzó, oficialmente, en 1921 y no fue hasta 1952 que las primeras Adelitas -nombre que se les da a las participantes de una escaramuza- comenzaron a tomar su lugar en la práctica. El precursor de la escaramuza fue llamado carrusel y se integraba por tres hombres y tres mujeres. Fue entonces cuando la participación del sexo femenino fue considerada como algo más que la de representantes o reinas de equipos varoniles. Ahora existen, además de los equipos libres o profesionales, los llamados “dientes de leche”, en los que las niñas aún llevan a su caballerango dirigiendo su caballo, las infantiles, juveniles e incluso concursos para personas mayores. No obstante, en las profesionales no hay límite ni máximo de edad, puede entrar desde una niña de diez años hasta una señora. Lo importante es el talento.
Y, aunque la cantidad de mujeres involucradas en la charrería ha aumentado considerablemente, sigue existiendo, además de ignorancia, cierto machismo. “Hay algunas personas que dicen, cuando llegan las escaramuzas: ‘Ay ya llegaron las enfaramuscas; vamos al baño’, porque dicen, ‘la escaramuza es la hora perfecta de ir al baño: los 5 minutos’”, explica María José Fuerte, integrante del equipo Rancho Santa María y amazona desde hace quince años.
La entrenadora Perla López, y también Susana Rodríguez, integrante del equipo Las Alteñitas y descendiente de familia charra, comentan que el machismo en la charrería sigue existiendo, aunque se ha ido quitando poco a poco. “Siento que eso es gracias a nuestras representantes. Siempre dentro de los charros hay una reina y hace como cinco años tuvimos una súper buena que involucró muchísimo a las mujeres en todo el deporte”, explica Susana.
No obstante, Mariana Bañuelos afirma que todavía es palpable el menosprecio hacia las escaramuzas y que no se le da tanto reconocimiento como a los charros o a sus equipos. Durante mucho tiempo se tuvo la concepción errónea de que las escaramuzas eran la hora del entretenimiento y no se tomaba en cuenta que hacían prácticamente lo mismo que los hombres, solo que montadas en albarda, la silla especial para sentarse de lado, y que además llevaban vestidos de tres o cuatro kilos.
Los eventos familiares, compromisos y demás situaciones deben quedar de lado si las concursantes tienen entrenamientos o concurso. Si una Adelita falta a la práctica, es imposible desarrollarla de manera correcta. Las rutinas de concurso se componen de doce ejercicios, dentro de los cuales están los cruces, las escaleras, las coladeras, giros y el abanico obligatorio para todas. Éstos deben ir acompañados con música tradicional mexicana sin excepción. Además de las coreografías en el ruedo, cada equipo debe deliberar a dos integrantes para que hagan puntas, las cuales consisten en hacer correr al caballo hasta el inicio de un rectángulo marcado en el ruedo, a partir del cual debe deslizar sus patas traseras sin levantarlas.
Costoso deporte
Ser parte de un equipo profesional de cualquier deporte siempre implica un gran gasto, y para una escaramuza es lo mismo o inclusive más. En un principio, si la integrante no es de familia charra o sus padres no tienen caballos, es necesario comprar el animal, pagar la renta por tenerlo en algún rancho, el veterinario y la comida. Un caballo cuarto de milla, la raza ideal para la charrería, pueden llegar a tener un valor de entre cien mil o ciento veinte mil pesos; no todas las razas de caballos funcionan para este deporte.
Y el desembolso se incrementa con el “uniforme”, como las propias entrevistadas se refieren a la indumentaria típica. Existen tres tipos de vestimenta femenina de la charrería: el de Adelita, el de charra y el de china poblana, pero solo se puede competir con los dos primeros. Al formarse el equipo, por regla, y si el traje elegido de competición es el primero mencionado, todas deben tener el mismo sombrero, que tiene un costo de diez mil pesos, la montura, que vale doce mil pesos y el vestido, que cuesta entre ocho y nueve mil pesos. Además, es necesaria la igualdad del rebozo, los chapetones -placas que distinguen al equipo-, las botas, las espuelas, los camafeos -o medallas colgadas en el cuello- y los moños. Y, aunque no deben ser iguales, por reglamento necesitan calzoneras y crinolinas.
“Al principio sí es caro, es un gasto medio fuerte. Ya después solo vas comprando los vestidos que necesites, pero siempre es un gasto considerable, porque estás yendo a competir y además hay que sumar las inscripciones, fletes y todo. Y, de igual forma, no es como que los premios de los concursos son muy atractivos, casi siempre sales poniendo dinero de tu bolsa”, explica Perla Yáñez, quien ya ha sido campeona estatal.
Tanto Perla, como Mariana, María José y Susana competirán en El Millonario junto con más de veinte equipos mexicanos e incluso algunos estadounidenses. Todas lo harán promoviendo el deporte de la charrería y, principalmente, la participación femenina. “Realmente hay mucha gente que participa por el glamour de los vestidos, pero para mí es una manera de sentirme mexicana”, dice Susana pocas semanas antes de montarse en su caballo, vestirse de Adelita y representar a su equipo.