Guadalajara en un llano
Hablar de un rancho donde la ley es la del campo es un homenaje al estilo de vida del mexicano con alma de ranchero, es disfrutar el contacto con la naturaleza
“He andado en mil lugares, conocí bellas ciudades, mas hoy quiero volver a ese pueblo en la montaña donde tengo mi cabaña y mi razón de ser”
Esta es una estrofa de la canción Juliantla, del desaparecido cantautor Joan Sebastian a su pueblo natal en el Estado de Guerrero, donde transformó su pequeña casita de la infancia en un enorme y productivo rancho “La Candelaria”. Construyó caminos y vías de acceso al rancho de amplios jardines, caballerizas, ruedo para jaripeos y charreadas, capilla, alberca y numerosos cuartos.
Hablar de un rancho donde la ley es la del campo es un homenaje al estilo de vida del mexicano con alma de ranchero, es disfrutar el contacto con la naturaleza, con animales de cuadra, aves y árboles autóctonos.
Remontarnos al pasado es recordar la ordeña, la troje, los corrales, el potrero, el cortijo y los hombres limpiando sus aperos mientras llegaba el olor del puchero en el fogón de la cocina. Es hablar de las herradas animadas con la banda del pueblo, con botanas y comida mexicanísima bajo un techo multicolor de papel de china picado, piñatas y la bandera, la nuestra, ondeando con el viento… pelea de gallos, y al atardecer con la puesta del sol tras los cerros, elotes asados, churros con champurrado, algodones de azúcar…
Dejando volar la memoria hacia mis raíces, me hicieron vivenciar las noches que empezaban al oscurecer, cuando me arrullaba el sonido de los grillos y el de una guitarra solitaria rasgando “Así es mi tierra” de Tata Nacho, o las tantas canciones que tienen el nostálgico sabor a antiguo de nuestro México lindo y querido.
Esas historias de ranchos que han dado paso, de lugares con rústico primitivo a casas con sabor a haciendas de apacible tranquilidad, hoy día casi no se escuchan, en su lugar llegó la transformación de una increíble intranquilidad, violencia e impunidad en un mundo donde la sociedad se siente amenazada.
El jalisciense poeta y escritor, Ramón Íñiguez Franco, como testigo de su transformación a mediados de los años 60 dijo: “Y así eran esas historias en la tranquila y apacible Guadalajara y sus poblados alrededor, donde cada mañana veíamos salir el sol por el mismo horizonte, que es quizá lo único que no ha cambiado ni cambiará por no sé cuánto tiempo.”
Las fotos que engalanan esta columna, pertenecen a eventos en diversos lugares netamente mexicanos.