A dos de tres caídas
La tradición de la Lucha Libre encuentra otra expresión en los barrios de la Zona Metropolitana
No hace mucho tiempo, los encordados tuvieron un esplendor mayúsculo en todo el país. Sus figuras, míticos luchadores de máscara y mallas elásticas, protagonizaron películas taquilleras y fueron reconocidos en todos los rincones de México y el extranjero. Luego vino el declive, y el deporte se refugió en los barrios, alejado de las luces y el glamour.
La lucha libre resiste, como luchador que se niega al conteo final, entre máscaras desconocidas, con menor público pero de mayor fidelidad, sin el profesionalismo necesario pero con la pasión suficiente.
Ejemplo de ello es la Arena “Ramón Corona”, en la populosa colonia Jalisco, donde al finalizar las peleas, nadie espera grandes cheques pero sí muchas sonrisas y aplausos, y con eso basta.