Luchar contra la violencia obstétrica
El ejercicio de la partería puede disminuir el número de cesáreas que se realizan en México
Un médico residente de mayor rango le indica a un joven recién llegado que, si no quiere tener una sanción, cuando le toque dar servicio a una mujer que esté a punto de parir, sobre todo si es su primer embarazo, deberá hacerle una episiotomía, es decir, el corte entre la vulva y el ano que los médicos -contra la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- suelen realizar para presumiblemente abreviar el parto y apresurar la salida del bebé.
El residente más joven recibe entonces a una madre primeriza y, antes de realizar el corte, el bebé nace de forma natural. El médico en formación, preocupado por no ser sancionado, decide realizar, de forma innecesaria, el corte a la mujer que acaba de parir… sin anestesia. La narración de este acto la cuenta en entrevista Guadalupe Hernández, presidenta de la Asociación de Parteras Profesionales (APP) en México, para ejemplificar la violencia obstétrica a la que miles de mujeres están expuestas.
“La única razón por la que hizo ese corte, obsoleto y desechado por la evidencia científica, fue para evitar una sanción. Esto ejemplifica muy bien que los cuerpos de las mujeres en la medicina hegemónica suelen estar vulnerables”, advierte esta partera mexicana que en los últimos 10 años ha buscado la profesionalización de un saber ancestral en México.
En México, 33.4% de las mujeres de 15 a 49 años que tuvieron un parto dijo haber sufrido algún tipo de maltrato por parte del personal que las atendió, según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Los focos rojos de la violencia obstétrica están en Estado de México, Ciudad de México, Tlaxcala, Morelos y Querétaro, que superan dicho porcentaje de prevalencia nacional.
En este país, 46.1% de los nacimientos se realizan a través de cesáreas programadas o de emergencia, según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018. En la mayoría de los casos, advierte la especialista, estos nacimientos deberían de haber sido naturales.
Las historias son vastas. Recientemente, Guadalupe acompañó a varias mujeres que desde la perspectiva de atención hospitalaria hubieran sido candidatas a una cesárea. Entre ellas, una mujer de 38 años, a quien el médico le dijo que por su edad no podía tener un parto natural y una joven de 18 años, de complexión delgada y a quien los médicos le aseguraron que por su cuerpo el bebé no iba a poder salir.
De lo mismo da cuenta en entrevista Hannah Borboleta, antropóloga y partera feminista de Morada Violeta. En la última semana condujo tres partos de mujeres a las que “el sistema hubiera orillado a realizarse cesáreas innecesarias”. Una presentaba una ligera anemia. Otra tenía un antecedente de un primer parto por cesárea. Una tercera vivía un embarazo largo de 42 semanas. “Estamos llenos de casos en los que el sistema patologiza a las mujeres y les deja un impacto emocional fuerte porque el mensaje es que no funcionan y eso es el punto de partida para cómo maternan”, agrega Borboleta.
Ambas consideran que el ejercicio de la partería puede disminuir el número de cesáreas que se realizan en el país y la violencia obstétrica. Coinciden con el estudio “El estado de las matronas en el mundo 2021” del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) que hace énfasis en la necesidad de invertir más en las parteras a nivel global porque “facilita que una mujer viva el parto de manera positiva”, además de permitir que se mejoren los resultados en materia de salud reproductiva.
Se necesitan más parteras en México
El obstáculo para lograr la visión que presentan organismos internacionales y parteras mexicanas es que en el mundo no se ha logrado cubrir la demanda de parteras, el UNFPA recalca en su informe que se necesitan más de 900 mil, principalmente en países de bajos ingresos, para cubrir la demanda de servicios y hacerle frente a las 810 muertes maternas que se producen todos los días en el mundo, además de los 2.4 millones de muertes neonatales año tras año.
En México apenas ha habido un crecimiento ligero, impulsado por el desarrollo de escuelas privadas y públicas que preparan desde hace una década a las nuevas parteras que ayudan a contrarrestar la disminución de parteras tradicionales, mujeres que históricamente han acompañado a otras en procesos de salud reproductiva en comunidades.
Según explica en entrevista David Melendez, secretario técnico en el Comité Promotor por una Maternidad Segura en México, la partería tradicional que ejercen mujeres que transmiten sus saberes generación tras generación se ha visto afectada por fenómenos como la migración forzada. En este sentido, también señala que desde hace un par de décadas se impulsó el desarrollo de la partería profesional: mujeres jóvenes con o sin legado de partería tradicional que puedan profesionalizarse bajo los estándares internacionales, combinando saberes ancestrales con evidencia científica.
Guadalupe Hernández, presidenta de la APP, explica que aunque se presume que en México hay 21 mil parteras profesionales “esto es mentira, no estamos a nivel de Canadá o de otros países de Europa”.
Argumenta que lo que pasó fue que se contabilizó al total de las personas egresadas de la licenciatura en enfermería y obstetricia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y del Instituto Politécnico Nacional (IPN), así como de otras instituciones. Sin embargo, advierte, esto no es sinónimo de ejercer la partería, que “parte desde el amor, de la filosofía del cuidado de las mujeres”, por lo que su asociación sólo contabiliza 414 parteras profesionales a nivel nacional.
Según la especialista, hay escuelas con este modelo en Guanajuato, Guerrero, Morelos, Hidalgo y Michoacán.
En el caso de Hannah Borboleta, ella misma cuenta que cuando estaba estudiando sociología comenzó a realizar un trabajo sobre preparación al parto y se preguntó por qué las mujeres toman cursos para algo que es natural. Luego tomó clases sobre violencia obstétrica que brindaba una partera. Se cuestionó entonces: “si las mujeres no necesitan ir a un médico para parir y, en suma, las violentan, ¿por qué van?”.
Borboleta decidió prepararse para ser partera y poder acompañar a las mujeres en sus procesos de salud sexual y reproductiva. “Fue un llevar a cabo directamente que lo personal es político y nuestro acceso a la salud sexual había que politizarlo también”, dice en entrevista la partera de 34 años.
Ella abraza todas las formas de preparación de la partería, desde la mirada tradicional hasta la profesional -cuenta con ambas- y considera que es urgente que en un país como México donde los índices de violencia obstétrica y cesáreas son tan altos, el número de mujeres acompañando desde la partería a otras se incremente. “Es una preparación de varios años, alrededor de cuatro, en cualquiera de los modelos, lo más importante es tener el compromiso y la claridad de querer formarse como partera y entender que esto no se hace con un curso de seis meses, es un proyecto de vida”.
Parte de su proyecto de vida es mostrarle a las mujeres que acuden con ella otra forma de relacionarse con sus propios cuerpos, de regresarles la autonomía que la medicina hegemónica a veces les quita. “Es importante que como mujeres nos apropiemos de estos modelos, de la atención que recibimos y de nuestros cuerpos. Por eso la partería es por y para las mujeres. Entre más generaciones de mujeres jóvenes la ejerzan, más seguras vamos a estar todas”, afirma.
Además de reducir el número de cesáreas y disminuir la violencia obstétrica, el cuidado que conjuntan las parteras en su labor complementa al amor que las mujeres deben darle a su propio cuerpo. Por ello se necesita cubrir esta demanda en México.
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