México

¿Democracia bajo amenaza?

Se equivocan aquellos que piensan que el proyecto de López Obrador es autoritario

Voy a partir de un hecho: México es una democracia, de baja calidad, pero lo es. ¿Qué significa esto? Tenemos elecciones con distintas opciones políticas, una división de poder que más o menos funciona, unos medios de comunicación que pueden ejercer la libertad de expresión, posibilidad de manifestarse y disentir del oficialismo, y cambio pacífico de poderes. Esto no quiere decir que la democracia mexicana haya derrotado a la corrupción, la pobreza, la desigualdad y otros males sociales. Empero, desde un punto de vista formal, vivimos en una democracia.

La llegada de Andrés Manuel López Obrador ha desencadenado muchos debates acerca de la capacidad de la democracia para impedir la acumulación de poder en una sola persona. Nos hemos llenado de debates sobre contrapesos y oposiciones. Identifico dos grandes corrientes de opinión. Una que cree que estamos frente a una innegable regresión autoritaria que nos llevaría o a algo similar a lo que fue el PRI en las décadas de los sesenta y los setenta, o incluso a partidos regímenes de tipo bolivariano en Sudamérica. Y, otra corriente de opinión, que considera que avanzamos hacia una especie de democracia con mayor raigambre popular, mecanismos de participación directa y menos burocratizada. Explico mi postura.

Considero que es natural que un gobernante quiera acumular poder. La vida de un político es la búsqueda del poder -por buenas o por malas razones-. Sin embargo, los que nos consideramos demócratas creemos que la acumulación del poder lleva a abusos. Poder sin límite, siempre acaba en tragedia. La disolución de los contrapesos provoca que se pongan en riesgo las libertades y los derechos. Por ello, la democracia es esa compleja arquitectura que busca hacer compatible la gobernabilidad -la capacidad que tiene un Gobierno de tomar decisiones y empujar sus proyectos con la representatividad y la legitimidad- el apego al Estado de Derecho, el pluralismo, la división de poderes y el respeto a las minorías.

¿Qué estamos viendo en estos momentos en México? ¿Existe algún elemento amenazador que se desprenda de las decisiones de López Obrador? Comencemos con los cimientos de la democracia. Desde mi óptica, la división de poderes funciona como debe funcionar. El ejecutivo hace su parte, el Legislativo la suya y el Judicial también. Por ejemplo, en esta misma semana, los tribunales detuvieron la Ley de Remuneraciones o la destrucción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en Texcoco. Dos agendas clave del Presidente que chocaron con la postura firme de los tribunales. ¿Qué pasó con la Guardia Nacional? ¿O la reforma educativa? La oposición en el Senado detuvo la primera propuesta del Presidente, se subsanaron los desacuerdos y hubo un acuerdo final que satisfizo a las partes. Quitémonos de la cabeza que el conflicto es síntoma de amenaza democrática. Por el contrario, la ausencia del conflicto, la extraña unanimidad, sí podría ser símbolo de simulación, acuerdos inconfesables y disfuncionalidad de la división de poderes.

¿Está en riesgo la libertad de expresión y manifestación? Claro que existen elementos que la amenazan: la violencia, el control político, el presupuesto. Prácticas muy presentes en el sexenio de Enrique Peña Nieto, pero que para la comentocracia no significaban amenazas a la libertad de expresión y a la democracia en aquellos tiempos. Sin embargo, lo que veo en la actualidad es un debate público vivo, dinámico y sin cortapisas. Leo columnistas que todos los días critican al Presidente sin mordaza; investigaciones que se publican en los medios más importantes y que contravienen las principales tesis del Presidente; protestas, sean de la CNTE o de clases medias, que no acaban en represión. Extraña regresión autoritaria aquella que admite el disenso.

Otra cosa es que el Presidente visibilice a un antagonista -conservadores, fifís o neoliberales-. Siempre me han parecido categorías poco útiles (la neoliberal es la más descriptiva), sin embargo mientras esos adversarios tengan garantizados todos sus derechos de asociación, participación política y expresión, no está amenazado ni el pluralismo político ni la democracia. La oposición debe salir del escándalo gratuito y pasar a dibujar alternativas.

¿El predominio político de Morena pone en riesgo la democracia? No lo creo. Acción Nacional tuvo un bono democrático más o menos así entre 1997 y 2003. El PRI también logró alcanzar cuotas altísimas de poder en el periodo 2009-2015. La fortaleza de Morena es también fruto de la debilidad de la oposición partidista. Un PAN sin liderazgo y que no encuentra rumbo; un PRI que no sabe si refundarse, renombrarse o lo que sea con tal de salir de la insignificancia; el PRD que navega a la desaparición; MC que no deja de ser un partido regional, y el resto de satélites que orbitan en torno a Morena. Sin embargo, el panorama político nacional será totalmente distinto con la aparición de nuevos partidos políticos en el tablero y jugadores locales. Un sistema autoritario se finca en la imposibilidad de que la oposición sea una alternativa. Claramente, no estamos en ese escenario. Fuimos testigos de cómo la oposición se llevó sin problemas Aguascalientes, Durango y Tamaulipas. En un reestablecido autoritarismo, dichos resultados serían impensables.

Algunos confunden democracia con la defensa de un determinado modelo económico. Como si la democracia y el neoliberalismo fueran consustanciales. La democracia es un sistema de distribución de poder, protección de derechos y libertades, y que garantiza la pluralidad. Es un sistema político. Actualmente, la democracia convive con sistemas económicos híper-neoliberales, más o menos estatistas, socialdemócratas, etc. López Obrador fue electo para tocar el sistema de privilegios que produce una sociedad desigual en México, y el sistema económico así como el régimen fiscal son parte vertebral del problema. Sacudir el modelo económico, tomar decisiones que pueden ser impopulares para las élites, no significa atentar contra la democracia. La democracia se ve amenazada si se impide disentir, votar, contrapesar, equilibrar, dividir el poder. Nada de eso lo vemos en el panorama político mexicano.

Otra cosa es que la democracia siempre, y en donde sea, se ve amenazada. No importa si gobierna el PRI, PAN o Morena. La defensa de las libertades y los derechos tiene que ver con una sociedad que se niega a dar pasos hacia atrás. Sin embargo, lo que pone en riesgo a la democracia no son los discursos de confrontación, sino la polarización económica (que el 10% de la población tenga la mitad de la riqueza del país); que más de 53 millones de mexicanos estén en pobreza; la violencia que mata y extermina comunidades enteras; los desaparecidos y la ruptura del tejido social; el narcotráfico infiltrándose por doquier. Eso atenta contra cualquier cosa que ose llamarse democracia.

Considero que ha habido la construcción de un relato interesado, de parte de algunos segmentos de la élite en nuestro país, que quieren hacer ver como inevitable una regresión autoritaria en México. Es como si la decretaran antes de que sucediera. Lo cierto es que la democracia está perdiendo adeptos en el mundo porque está siendo percibida como un sistema que protege a los de arriba y desprotege a los de abajo. Que está más pendiente de los intereses de los multimillonarios, las trasnacionales y los poderes económicos, que de la señora que no puede atenderse en hospitales públicos, el joven que es cooptado por el narco por unos cuantos pesos, la mujer que no puede ascender en política por misoginia, la persona de la tercera edad que tiene que trabajar de “cerillo” para llegar a fin de mes o el trabajador que “se parte la madre” cuarenta horas y que no alcanza a pagar la renta de su departamento. Lo peor que le puede pasar a una democracia es que parezca secuestrada por unos cuantos.
 

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