Bombardeos en Nagorno Karabaj destruyen un hospital militar
El recinto fue atacado por un avión que lanzó cohetes y luego una bomba de racimo, detalla un médico que estaba en el lugar
En Martakert, al noreste de Nagorno Karabaj, el hospital militar fue objeto de un violento bombardeo que dejó un reguero de vehículos destrozados, quemados y volcados, ventanas reventadas y cráteres en el jardín.
"Y luego empezó a sonar la alarma. Algunos lograron llegar al sótano. Fuimos bombardeados por un avión que lanzó cohetes y luego una bomba de racimo"
Eran alrededor de las 17:30 horas del miércoles en ese pueblo, del que prácticamente huyeron casi todos sus cinco mil habitantes desde que empezaron los enfrentamientos el 27 de septiembre entre los separatistas armenios y el ejército azerbaiyano.
Unos soldados heridos procedentes del frente (a una decena de kilómetros) acababan de llegar en ambulancia o en coche para ser atendidos en el hospital.
"Y luego empezó a sonar la alarma. Algunos lograron llegar al sótano", explica a la AFP Guevorg Tadevosian, un médico de 31 años.
"Fuimos bombardeados por un avión que lanzó cohetes y luego una bomba de racimo", afirma el hombre, que viste uniforme militar y va armado con un fusil.
El techo de chapa de la garita de la entrada quedó destrozado y el muro que bordea la carretera, casi totalmente derrumbado; en el jardín, el impacto de dos bombas dejó cráteres de por lo menos un metro de profundidad.
En lo que queda del estacionamiento, la decena de vehículos, camionetas y camiones que estaban en el lugar no resistieron la intensidad del ataque y ya no queda de ellos más que un amasijo de chatarra retorcida y ennegrecida.
Veinticuatro horas después, el neumático calcinado de un camión seguía consumiéndose.
Al fondo del recinto, las ventanas del edificio principal, de un solo piso, lucen reventadas y los cristales tapizan el hormigón de delante de las entradas.
"Todo se derrumbó"
"Estábamos afuera, ayudando a los que traían soldados heridos y de repente todo se derrumbó", cuenta Viktor Minasian, que lleva la cabeza vendada hasta las orejas.
"Estábamos afuera, ayudando a los que traían soldados heridos y de repente todo se derrumbó"
"En el momento no me di cuenta de lo que pasaba. Cuando recobré la conciencia, uno gritaba ahí, otro más allá", recuerda el chofer, de 36 años.
Resulta imposible saber el número de heridos, ni cuántos soldados estaban siendo curados en el momento del ataque. En cualquier caso, el hospital tuvo que ser abandonado.
En el edificio principal, sólo quedan algunas camas y las múltiples habitaciones están completamente vacías. En el sótano, se ven algunos colchones tirados en el suelo.
Después del bombardeo, "transferimos a los heridos rápidamente a otro lugar", explica el joven médico, llegado desde Ereván, donde ejerce como civil. "Es mi pueblo, nací aquí, naturalmente que debía defenderlo", sostiene.
No muy lejos, en una de las colinas boscosas que rodean el hospital, un día más tarde se escuchaba el ruido de los disparos de artillería de las fuerzas de Nagorno Karabaj.
Luego, segundos más tarde y un poco más lejano, el de las explosiones hacia Azerbaiyán.
A 200 metros del hospital, Karlen Aghabekian, un lugareño de 56 años, enseña a periodistas la casita de su vecino, que también fue alcanzada por una bomba.
"El dueño está en el frente", explica el hombre, que luce un chaleco con varios bolsillos, un pantalón de lona, zapatillas oscuras y una Kalashnikov colgada al hombro.
"Primero, se quemó la casa, luego el incendio se propagó al refugio aledaño, no pudimos apagarlo", explica.
Algunas vigas seguían consumiéndose, despidiendo un hilillo de humo.
La bomba de racimo que impactó en las inmediaciones del hospital provocó unas treinta o cuarenta explosiones, según él, en lo que fue "el bombardeo más intenso que haya habido en el pueblo" desde que empezaron los combates.
JM