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“¡Viva Cristo Rey!”, un esperpento a la mexicana

“¡Viva Cristo Rey!” es uno de los trabajos más interesantes que ha hecho “El Mosco” Aguilar, uno de los directores más constantes de la ciudad, así que vale la pena recomendar la obra, que se presenta en el Conjunto Santander de la UDG este viernes 5 y el viernes 12 de julio, a las 20:30 horas. El grupo local La Piedra de Sísifo la monta en colaboración con la Compañía Nacional de Teatro; todos los actores (ocho locales y dos invitados) hacen un trabajo digno y profesional; el diseño del espacio es, como siempre con este director, un espectáculo por sí mismo (si bien en el estreno parecía distraer a los actores), y decisiones estéticas como el ambiente de campamento militar hacen más atractivo el trabajo.

A otra cosa alude este “¡Viva Cristo Rey!”.

Sobre el texto de Jaime Chabaud, la obra pinta un retrato coral de la Guerra Cristera: el abuso de poder del gobierno y de la Iglesia, rivales de canalladas y aliados en el negocio; la frialdad con que utilizan al empobrecido pueblo; la fanática militancia de la gente común, devenida gesta criminal y, en general, la decadencia ética de la guerra, que se impone al amor más generoso. Pero el equipo tapatío decidió convertirlo en un experimento fársico que, como dice el director, en realidad no es solo farsa: apoyado en máscaras a lo José Clemente Orozco, “El Mosco” opina que es un esperpento, ese género dramático al que conocemos por el español Ramón del Valle Inclán (1866-1936).

El esperpento es un bonito episodio singular en la historia de la dramaturgia. Más que género, es una deformación de estilo, como la farsa: realismo exagerado, pero no modificado. Famosamente escribió Del Valle Inclán que la imagen más bella, vista en un espejo cóncavo, se vuelve absurda. En su caso, lo esperpéntico tenía que ver con el desagradable triunfo de lo coloquial y vulgar, sobre todo en el lenguaje; como era un poeta enorme, él consiguió éxitos para la literatura como “Ligazón”, una piecita en la que una muchacha se venga de su madre y de una tía que quieren casarla por dinero, cuando ella está enamorada de un afilador. El texto subraya en el abigarrado lenguaje todo su erotismo sucio, como cuando la moza por fin concreta su brujería gitana: “¿No te hallas capaz para beber mi sangre y darme a beber la tuya? (...) ¡Besa! ¡Muerde! ¡Ligazón te hago!”.

“¡Viva Cristo Rey!” subraya lo folclórico del texto original, pero no es una obra “de época”, y por fortuna tampoco es un retrato político-social; precisamente, deforma (en espejo cóncavo) lo que uno esperaría de esa ambientación. Claro que uno podría interrogar lo contrastante de los acentos con que hablan los rancheros y soldados del montaje tapatío, o la confusión de sones populares importados de cualquier región del país, o la comedia con que se comportan algunos personajes. Pero actores como Karina Hurtado, Gabriel Álvarez o Alan Uribe Villarruel se esfuerzan por alterar ciertos “tipos” dramáticos (no vea a estos actores, nada más: escuche sus voces) y el experimento funciona: es conmovedor y emocionante, pero también ridículo y grotesco; familiar, como en el realismo, pero deforme. Un esperpento a la mexicana.

ivangonzalezvega@gmail.com / agoragdl.com.mx

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