Vicente Fox
Lo entrevisté por lo menos siete veces. Poco antes de que fuera candidato presidencial y como tal, abanderado por el Partido Acción Nacional, en seis ocasiones para el trabajo especial “Días de campaña” que se publicó en esta casa editorial en el año 2000. La aceptación popular era indiscutible. Unos estaban convencidos de que era la mejor opción y la persona capaz no sólo de sacar al PRI de Los Pinos, sino de mejorar el destino de los mexicanos; y otros, no tan convencidos, pero seguros de que sólo mediante el voto útil sería posible un cambio.
Recuerdo una gira a Nogales, Sonora. Viajaba en el mismo autobús del candidato porque en cualquier momento me darían la entrevista exclusiva pactada, como lo hice con todos los candidatos hace 19 años. El vehículo transitaba por una calle paralela a las vías férreas y en ese momento pasó el tren. El maquinista accionó el silbato en repetidas ocasiones para saludar a Vicente Fox, quien se asomaba por la ventanilla. Fue un momento para emocionar al más estoico. Martha Sahagún, sentada atrás de él, le hizo un gesto en la espalda y dijo entre dientes “vamos a ganar”.
Eran muchas las expectativas; en él y su particular estilo se concentraron el coraje y la indignación de tantos años por los gobiernos priistas autoritarios y las esperanzas de una realidad mejor para los mexicanos. Ganó y fue la apoteosis, seguramente muchos recuerdan aquel 2 de julio del año 2000.
Lamentablemente pronto vino el desencanto y quedó claro que México y sus problemas requerían mucho más que caprichos, dichos ingeniosos y bravuconadas. La luna de miel duró nada y empezamos a darnos cuenta de que las cosas no iban bien.
Corrían rumores de que los hijos de Martha Sahagún y los de Fox habían sido beneficiados de manera poco clara por el entonces presidente; se hablaba, sobre todo, de negocios inmobiliarios. Pero ahí quedaba la cosa, ningún reporte, ni rastro, ningún señalamiento de nadie, generalidades quizá, sólo rumores.
Sin embargo, hace dos años se publicó un trabajo de investigación periodística de Raúl Olmos con la colaboración de Valeria Durán: Fox, negocios a la sombra del poder, donde se expone una realidad desconocida hasta ahora; es decir, pasó todo el sexenio de Calderón y casi todo el de Peña para que pudiera ver la luz esta información que indica, por ejemplo, que Fox aprovechó el poder en la Presidencia de la República para salir de una situación económica precaria en su entorno familiar, hasta de un pleito con hermanos por terrenos en Guanajuato; y trabajó arduamente, por ellos sí, para asegurar el patrimonio más allá de las generaciones que conoce y quizá conocerá.
El libro no tiene desperdicio: “Desde que Vicente Fox era presidente intentó sin éxito concretar la Reforma Energética. Por eso cuando, en abril de 2012, Enrique Peña Nieto se comprometió a impulsar la apertura de capital privado, Fox se sumó como aplaudidor de primera fila del entonces candidato del PRI a la Presidencia de la República. De hecho, el panista condicionó su alianza con el priista a cambio de la reforma [...] la cual le abrió oportunidades de negocios, particularmente en la explotación de hidrocarburos”.
Esto es apenas un punto insignificante en el universo de corrupción en el que, ahora se sospecha, está sumido el ex presidente Fox. Todo indica que la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda está investigando a Vicente Fox y a su hijo Rodrigo Fox de la Concha de manera exhaustiva por presunto fraude fiscal. La información, proporcionada por “fuentes de alto nivel” según describe el autor de la columna, Carlos Loret de Mola, indica que tanto el Centro Fox como la Fundación Fox habrían recibido durante la administración de Peña Nieto alrededor de 700 millones de pesos por los que no pagaron impuestos.
Están esta columna que cito y el libro de Olmos y Durán, y lo único que yo quisiera, y supongo que muchos, es que se investigue a fondo y se persiga lo que se tenga que perseguir y se castigue a quienes se tenga que castigar con las sanciones que contempla la ley.
Sí quisiera agregar ese dicho de “todo el rigor” porque, la verdad, Fox, ahora involucrado en presuntas irregularidades y desfalcos al erario, traicionó las esperanzas de un país que creía que otro México era posible; defraudó a millones, a todos y ahora, como si su sexenio hubiera sido perfecto, ni siquiera critica o cuestiona de manera que sus señalamientos tengan sentido y pudieran ser tomados en cuenta. Grita en redes sociales sin ton ni son con una mezquindad para los mexicanos, que pasma. Hace daño en lugar de contribuir o mejor, sigue haciendo daño.
(lauracastro05@gmail.com)