“Un mexicano que piñas vendía”
El presente proceso electoral ha estado lleno de contradicciones y no precisamente de aquellas que contribuyen a enriquecer la democracia del país. Hoy más que nunca ha sido contrastante lo que un gran número de candidatos ofrecen y aquello de que los mismos se han quejado durante gran parte de su carrera política; cuestión que se repite desde lo federal hasta lo local.
En primer lugar debemos recordar que el presente proceso electoral es el primero en los últimos 18 años en el que no aparece en las boletas el nombre de Andrés Manuel López Obrador, quien durante las últimas dos décadas ha sido un incansable crítico de los gobernantes que influyen en las elecciones; sin embargo, aprovecha cada conferencia matutina o cualquier acto público para llevar agua para su molino, criticando a la candidata de la alianza “Fuerza y Corazón por México”, así como a todos aquellos que pertenecieron, pertenecen o de alguna manera -en su consideración- se encuentran vinculados a los partidos que la integran.
Lo anterior, claro está, a menos de que ya se hayan bañado en las purificantes aguas de Morena, momento en el que se expían todos los pecados, algo sólo comparable con una indulgencia plenaria, incluso en el caso de quienes durante los últimos años se han dedicado a criticar ese partido. El ejemplo de ello lo tenemos en las campañas locales, tanto para gobernador como en el caso de los candidatos para presidentes municipales.
La candidata de Morena para la gubernatura de Jalisco, Claudia Delgadillo, del 2006 al 2009 fue secretaria general de comité municipal del PRI, periodo que compaginó con ser regidora de oposición en el municipio de Guadalajara por el mismo partido, para posteriormente ser secretaria de Desarrollo Social durante la administración de Aristóteles Sandoval en la capital del Estado y finalmente fue diputada federal, también por el PRI.
Con tales antecedentes, cualquiera pensaría que pertenece a lo que el Presidente ha denominado “la vieja política” o “los de antes”, pero bastó el haberse convertido al morenismo para que todos sus pecados y antecedentes fueran no sólo perdonados, sino olvidados.
En el plano municipal es aún más contrastante el caso del candidato de Morena para la alcaldía de Zapopan, quien durante muchos años optó por envolverse en la bandera, cual niño héroe, manifestando un absoluto desdén por los partidos políticos, al grado de señalar que eran el peor cáncer de nuestro país, para posteriormente fundar el suyo, a pesar de que al momento de obtener el registro vivía en Europa, Pedro Kumamoto Aguilar.
Para muchos la incursión de Kumamoto en la política fue verdaderamente alentadora, pues daba la impresión de ser un joven con los pies bien puestos en la tierra, que compartía con un gran número de ciudadanos el desprecio por la clase política nacional, lo que lo llevó a ser el primer candidato independiente para el Congreso de Jalisco y, a la postre, ocupar una curul local.
En el año 2020, ya con su nuevo partido, intentó ocupar la presidencia municipal de Zapopan, elección en la que perdió estrepitosamente, pero obtuvo los votos suficientes para mantener el registro de su partido y con ello el presupuesto que lo acompaña, de lo que aprendió lo que para todos era evidente desde un inicio: el alcance de Kumamoto y su partido es sumamente limitado, por lo que le tomaría décadas alcanzar puestos políticos más allá de una curul.
Dicha lección y su insaciable narcisismo lo llevaron a convertirse en lo que siempre criticó: el candidato del partido en el poder, lanzando por la borda a sus pocos adeptos, a cambio de sumar a los partidarios de Morena, con el presupuesto que ello implica.