Tres victorias
Es verdad que la realidad siempre ofrece múltiples aristas y que los acontecimientos que la conforman se pueden interpretar de muy distintas maneras, sea por suspicacia, información de fondo o por mera lógica según el tema de que se trate. A partir de esta advertencia se puede pensar que en el mes de abril el presidente López Obrador se anotó tres victorias significativas.
La primera fue que la oposición no acudiera a las urnas para pedir fuese revocado su mandato. Tal vez no sea un logro directo, pero los hechos mostraron que el ganador del proceso fue el presidente. Votaron pocos, pero la mayoría de los que lo hicieron fue en su favor. En este punto el populismo caracterizó de manera inmejorable a cuantos se empeñaron en desanimar a los votantes; trabajo fácil: exhortar a una sociedad que de por sí no vota, a que no lo haga, no representa realmente ninguna victoria. Por otro lado, la “democracia pasiva” se atuvo al principio “el que calla, otorga”. Un plus adicional es que todos quedaron contentos, pese a que el ejercicio tuvo un elevado costo.
La segunda victoria fue la no aprobación de la reforma energética, gracias a lo cual el presidente se libró de las fuertes presiones tanto internas como, sobre todo, externas, que venía enfrentando. Dígase del gobierno norteamericano en las personas del presidente, del vicepresidente, de varios senadores, del embajador Ken Salazar, que ya casi tenía su segundo domicilio en el Palacio Nacional, así como de empresarios europeos. Lo demás fue sainete y teatro con pijamada incluida en el recinto de San Lázaro. Claro, con su respectivo plus, de nuevo todos quedaron contentos.
El tercer triunfo ha sido la inmediata y casi unánime aprobación de la ley minera, gracias a lo cual el litio ha sido considerado de interés nacional y por lo mismo, propiedad de la nación, cualquier cosa que eso signifique. ¿Se trató de un trueque en el sistema de “todos ganamos”? No sé si de nuevo todos quedaron contentos, pero algunos sí que están estupefactos.
De este modo, los empresarios particulares, nacionales y extranjeros, podrán seguir produciendo, con magnificas ganancias energías limpias, para el gusto y contento de los movimientos ecologistas, sólo que para almacenar dichas energías requerirán del litio, cuyo proceso, uso en baterías, y posterior degradación es tan sucio o más que las energías más sucias.
Cierto que para extraer y procesar el litio se necesita de tecnologías novedosas que habrá que adquirir o rentar, como lo hace Bolivia. Por otro lado, México ocupa el décimo lugar entre los países con mayor cantidad de litio, decena presidida por Bolivia, Argentina y Chile, el llamado triángulo de este nuevo “oro blanco”.
Eso no significa que ahora creamos que el litio “es nuestro”, en México la riqueza es de quien la administra, no de la sociedad, en todo caso diríamos que el lito es “medio nuestro”, al igual que ha sucedido con el petróleo, cuya explotación ha contribuido evidentemente a posicionar económicamente a nuestro país entre los primeros de América Latina, a la vez que a fomentar burocracias doradas, sindicatos multimillonarios y combustibles caros.
Por lo pronto es obvio que el presidente sigue triunfando hasta cuando parece perder.
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